Su santidad Benedicto XVI, papa emérito e incluso romano pontífice emérito. A partir de las ocho de la tarde de mañana, cuando se hará efectiva su renuncia, Joseph Ratzinger podrá ser llamado con una de estas tres fórmulas, seleccionadas por los juristas del Vaticano para que no se presten a confusión con los apelativos que recibirá su sucesor.

"Expresiones tan largas estropean los titulares. Acabaremos por llamarle simplemente expapa", comentó irónicamente un informador estadounidense que asistía ayer a la rueda de prensa diaria, en la que se ilustran los detalles y dudas sobre la inédita situación creada tras la abdicación de Benedicto XVI, anunciada el pasado día 11. El aún Papa ha participado en la decisión final sobre cómo deberá llamársele. "Se ha decidido de acuerdo con él", confirmó el portavoz, Federico Lombardi.

El expapa podrá seguir calzando los zapatos marrones que le regalaron durante el viaje a León (México), pero no los mocasines de color rojo, litúrgico complemento papal ("encierran un nítido significado de martirio", según aclaró L'Osservatore Romano) recuperado por Benedicto XVI tras largo tiempo en el olvido. "Los mexicanos son cómodos", habría dicho Ratzinger a los juristas, al camarlengo, a un funcionario de la Secretaría de Estado, un representante del Colegio de Cardenales y, naturalmente, su secretario personal. "El Papa los aprecia porque son cómodos y confortables", confirmó Lombardi. El color rojo seguirá siendo una exclusiva del Papa reinante.

Sotana blanca

El exobispo de Roma Ratzinger podrá seguir vistiendo la sotana blanca, aunque deberá ser de un corte sencillo y sin manteleta. El anillo del pescador será destruido y aún no se sabe cómo terminará el sello papal, que en otros tiempos autentificaba los documentos pontificios.

Mañana, Benedicto XVI pasará la jornada despidiendo a los cardenales, no pronunciará ningún discurso público y dará las últimas indicaciones para la mudanza. Podrá llevarse sus papeles personales, pero no los que guarden relación con su función de Papa.

Cinco minutos antes de las cinco de la tarde bajará con el ascensor privado hasta el patio de san Dámaso, situado dentro del Vaticano, donde un piquete de ordenanza de la Guardia Suiza le rendirá honores. Irá con el coche oficial hasta el helipuerto interno, desde donde partirá hacia Castel Gandolfo, a unos 20 kilómetros de Roma. El último en saludarle, al pie del helicóptero, será el decano de los cardenales, Angelo Sodano, que a las ocho de la tarde asumirá el papel de gobernador del Senado católico, depositario de los poderes durante la sede vacante.

El gobierno físico del interregno, con las decisiones prácticas que haya que tomar, correrá a cargo del camarlengo, que esta vez no podrá certificar la muerte del Papa. El último acto de Ratzinger como Papa, una vez llegado a Castel Gandolfo, será un discurso a la diócesis de Roma, de la que habrá sido obispo casi ocho años.

A partir de ese momento, sobre su persona vigilarán los gendarmes del Vaticano, mientras que los suizos pasarán a disposición del colegio cardenalicio y abandonarán la villa donde permanecerá el ya romano pontífice emérito. Los cardenales se reunirán por primera vez para continuar la historia a partir del 4 de marzo.