Ni Van Morrison ha sido papá esta Navidad, ni el hijo de la ex ministra de Justicia francesa, Rachida Dati, porta los genes de José María Aznar. Ni George Clooney se estrelló en una avioneta el pasado verano, ni el magnate de Apple, Steve Jobs, sufrió un fallo cardiaco unos meses antes. Sin embargo, todas estas noticias aparecieron de la noche a la mañana en internet, corrieron como la pólvora por la red, fueron dadas por ciertas por agencias de información de medio mundo y de allí saltaron a los noticiarios y las páginas de cotilleo de los diarios. Cuando los protagonistas reaccionaron, sus affaires, ictus y cadáveres ficticios eran pasto de cuchicheos en tertulias de radio, barras de bar y salones de peluquerías. El desmentido llegó, pero el bulo, al menos durante unas horas (en ocasiones varios días), coló.

La facilidad para la maquinación y la difusión de todo tipo de falsedades, normalmente a costa del prestigio de personajes públicos o entidades importantes, forma parte ya de los signos de identidad de internet. Que nos metan un gol de vez en cuando parece ser el precio que hemos de pagar por tener el mundo entero al alcance de un clic de nuestro ratón. Desde la propia red se promueven continuamente todo tipo de acciones para tratar de refrenar la tendencia viciosa de internet hacia la mentira compulsiva, aunque solo sea por salvar la credibilidad del medio, cada día más puesta en duda.

Pero el bulo anda al acecho y, tarde o temprano, acaba por saltar. Y, si tiene suerte, termina triunfando, como le ha ocurrido esta Navidad al hacker que consiguió colarse en la web de Van Morrison, el Tigre de Belfast, para plantarle un hijo de pega y al que atinó a entrar en la página de la presidencia española de la Unión Europea y colgó en ella una foto de Mister Bean.

Piratas informáticos, periodistas aficionados, fans despechados y ociosos digitales de distinto pelaje suelen estar detrás de las mentiras más gordas que circulan por internet. Las hay ingeniosas y disparatadas, aunque otras suenan previsibles. Al poco de ser noticia (real) por montar una bronca en un avión en avanzado estado de embriaguez, al cantante Melendi le dieron por muerto dos veces: una por sobredosis y otra en un tiroteo con narcotraficantes colombianos. Tras ser resucitado del olvido artístico por un grupo de seguidores internautas, al cantante británico Rick Astley, que se hizo famoso en los años 80, lo mató un hacker en un hotel de Berlín el pasado verano. El pirata logró falsificar el logotipo de la agencia Associated Press en la nota de prensa que redactó sobre su óbito y la estafa fue dada por buena por varios medios.

Del infarto ficticio de Steve Jobs se hizo responsable un aficionado a las noticias, quien colgó el dato inventado en iReporter.com, de la CNN dedicada al periodismo ciudadano.