La noche fue la cruz, desafiando la inclemencia del tiempo, el Vía Crucis, empapando las calles de un silencio atronador. La noche fue la desolación interior de los nazarenos, la frustración de tantas ilusiones y, al fin, la gente caminando sin rumbo fijo. Quizás, por eso, el Remedio de Animas tuvo especial protagonismo, congregando ante el pórtico de San Lorenzo todas las miradas que buscaban la imagen del Cristo de Animas para cerrar, al filo de la medianoche un Lunes Santo, pasado por nubes, sin apenas lluvia. Y allí estaba, en la nave central de su templo, esperando a los cordobeses, como bien lo esculpiera en sus versos Julio Aumente: "Púrpuras velas, cárdeno navío- / Crucificado Dios: remedio y puerto / del Anima que aguarda la certeza / de tu señal de amor y dulcedumbre".