Las cefaleas pueden aparecer a cualquier edad, si bien son menos frecuentes cuanto más pequeño es el niño. “Por ello, cuando aparecen de forma persistente en niños pequeños, menores de 5 años, conviene que sean visitados por un pediatra para cerciorar que no hay ningún signo de alarma”, advierte la Dra. Lucy Dougherty, neuropediatra de la Clínica Corachan.

Los niños pequeños a veces pueden tener más dificultades a la hora de explicar las características del dolor, con aumento de irritabilidad y astenia, pero suelen poder localizar el dolor en la cabeza o el cuello. Cuando el dolor es intenso, posiblemente se vea al niño menos activo, con ganas de tumbarse y estar tranquilo, sin ganas de jugar, y pueden ponerse ojerosos. En algunos tipos de dolor de cabeza veremos además lagrimeo, ojos rojos, o palidez.

En cualquier edad, expone la Dra. Dougherty, “deben alertar el hecho de que el dolor se localice en la zona occipital (parte posterior de la cabeza/nuca), que despierte frecuentemente por la noche, o que se acompañe de otros signos como pueden ser vómitos, fiebre, manchas en la piel o cambios importantes de comportamiento”. También se deben revisar aquellas desencadenadas con ejercicio o con Valsalva (al hacer fuerza abdominal, como para toser e ir de vientre).

La gran mayoría de las cefaleas en los niños son cefaleas primarias, centrándose sobretodo en las cefaleas tensionales y migrañas. No se requieren pruebas complementarias para su diagnóstico; la orientación diagnóstica viene dada por una historia clínica detallada y por la exploración neurológica normal, incluyendo la revisión del fondo de ojo.Las pruebas complementarias se solicitan si hay dudas del diagnóstico, signos de alarma o alguna orientación diagnóstica o factores de riesgo de que pueda haber una causa orgánica que esté produciendo el dolor.

Las causas secundarias de cefaleas son mucho menos frecuentes, son las que se darían tras producirse un traumatismo, hipertensión intracraneal, lesiones ocupantes de espacio, infecciones. Cuando hay sospecha de algo de ello es cuando se amplía el estudio.

Según el tipo de cefalea el componente genético es variable. En las migrañas, por ejemplo, existe un claro componente genético. “Lo habitual en un niño que presenta migrañas es que alguien de su familia también las haya padecido o las padezca, de ahí que siempre hayaque indagar en la historia clínica”, expone la neuropediatra de la Clínica Corachan.

En las tensionales, en cambio, este componente genético no está tan establecido, viene más influenciado por factores externos, desencadenantes como estrés, dificultad para relajarse, insomnio, ansiedad y cansancio, que favorecen la aparición de la cefalea. Pero también se pueden hallar antecedentes familiares, sobretodo en la familia de primer grado, que pueda hacer sospechar de cierta susceptibilidad genética.

Que se hayan sufrido cefaleas en la infancia no significa necesariamente que de adulto también se sufrirán. Bien es cierto que sobretodo en el caso de las migrañas, si aparecen ya en la infancia sea muy probable que puedan persistir a la edad adulta. La prevalencia de la cefalea (en general, sin distinguir tipos) en adultos está en torno al 50-60%.

La frecuencia de la cefalea en general aumenta con la edad. El pico máximo de prevalencia se da en torno a los 11-13 años, tanto en niños como en niñas. Se estima que, en los primeros 15 años de vida, del 57 al 82% de los niños se habrán quejado en algún momento de cefalea, aunque esta no haya pasado a ser recurrente.

Tratamiento

Tal como explica la Dra. Lucy Dougherty, “dependiendo del tipo de cefalea se llevará a cabo un tratamiento u otro. En las cefaleas tensionales habrá que incidir mucho en identificar y trabajar sobre los factores precipitantes de la cefalea. Puntualmente puede que requieran de analgésicos habituales (paracetamol/ibuprofeno)”. Las migrañas, en cambio, precisan un tratamiento farmacológico instaurado de forma más precoz para evitar la escalada del dolor. En ambos casos se recomiendan pautas de vida saludable, con buenos hábitos alimentarios, higiene del sueño (durmiendo las horas adecuadas y en un horario adecuado), ejercicio físico, disminución del uso de pantallas en la medida de lo posible y un buen aporte de líquidos. Es fundamental fomentar todo esto.

Alimentación y hábitos implicados

En las migrañas están muy descritos ciertos alimentos que pueden actuar de desencadenantes (aunque no a todas las personas con migraña estos alimentos se las desencadenen). Son los alimentos ricos en glutamato, el alcohol, el chocolate, los cítricos y los alimentos fermentados o procesados. El ayuno prologando también puede actuar de desencadenante tanto de las migrañas como de las cefaleas tensionales.

Lo importante, si se sufren migrañas, es mantenerse activos, hacer un deporte del que se disfrute, incluso en el momento en el que vivimos, con tanto estrés y con el ritmo de vida frenético, viene bien practicar técnicas de relajación, y en el caso de los niños más pequeños, fomentar más el juego sin pantallas y unos buenos hábitos del sueño.