Que Córdoba sea una de las grandes capitales de España -y de Europa- que no tenga a su club de fútbol en una división profesional -Primera y Segunda División- o semiprofesional -Primera RFEF- es una anomalía. Y un castigo. En apenas seis años, el Córdoba CF pasó de jugar en Primera a hacerlo en cuarta, donde se está hartando de coleccionar victorias, récords y halagos. No es el sitio que le corresponde pero sí el que se ganó por las tropelías cometidas, en el campo y en los despachos, durante el periodo más oscuro de su historia. El fútbol -en la provincia tampoco hay demasiadas luces, con Lucena, Puente Genil y Pozoblanco viviendo al día- va regular. Lo normal es que en este 2022 todos vayan a mejor, por una cuestión de pura lógica. En el caso del Córdoba CF, ya tocó el fondo del fondo.

Dando por sentado que el fútbol sigue siendo -tiene más de ocho mil abonados y un volumen de negocio que supera la suma de todos los demás-, al margen de la categoría en la que milite su titular, el principal referente provincial, resulta injusto y equivocado identificar el estado del Córdoba CF con el del deporte cordobés.

El Córdoba CF, en su segundo año con el grupo Infinity como soporte económico, va camino del ascenso a una Segunda B mejorada. Su plan requiere tiempo -el que le marcan las temporadas, sin estancamiento-, acierto en lo deportivo y firmeza en la gestión. Por ejemplo, clonar lo que ha hecho el Córdoba Futsal Patrimonio de la Humanidad, a día de hoy el único club de la capital que compite en una categoría de élite. La entidad que preside José García Román y lidera desde la parcela técnica Josan González ha conseguido lo que parecía una utopía. En ningún deporte con liga profesional ha conseguido Córdoba contar con equipos estables. El Córdoba Futsal, ya en su tercera campaña en la Liga Nacional de Fútbol Sala (LNFS), ha echado raíces y se ha ganado el respeto de los clásicos en un campeonato en el que no había representación masculina desde hacía más de tres décadas. En la provincia, el Ángel Ximénez Puente Genil es, con nueve campañas seguidas en la Liga Asobal, el mejor club de Andalucía en balonmano.

Hay latido más allá del fútbol. Pese a la carencia de instalaciones -los pabellones que nacieron en los 90 del pasado siglo se quedan cortos-, la desaparición de patrocinadores y la crisis generada por el covid, Córdoba sigue siendo una lanzadera de talentos. En deporte femenino es una potencia andaluza, con equipos en la segunda categoría de fútbol, balonmano, fútbol sala o baloncesto, donde ha cuajado la iniciativa de una fusión para crecer -el Milar, que juega en la Liga 2- que nunca se dio en el caso de los masculinos, muchos y lejísimos de la órbita de las primeras ligas.

Las estrellas no faltan. La tiradora baenense Fátima Gálvez y el ciclista rambleño Alfonso Cabello conquistaron oros en los últimos Juegos Olímpicos. No fue un mal año. El que viene será mejor. También para el Córdoba CF.