Opinión | administración pública
Miguel Fernández-Palacios Gordón
El empleo precario
No es de recibo que quien debe ser modelo de empleo de calidad, fomente el trabajo basura. La temporalidad laboral es hacer un periplo por la cuerda floja con los ojos vendados: no sabes cuándo te caerás.
Todos necesitamos un proyecto de futuro. Sin un empleo fijo y digno, la inestabilidad produce desazón en las largas noches de insomnio, y la zozobra se convierte en aciaga compañera que dificulta las relaciones personales. Quien termina su fugaz contrato, aguarda con ansiedad otra renovación que ignora si llegará, el destino que tendrá o quiénes serán sus nuevos compañeros.
Por eso alarma la temporalidad insensiblemente instalada en la Administración pública, que además destruye con saña dos pilares de la sociedad: sanidad y educación. Si el liberalismo la trajo, ¿qué hace el Estado emulándolo?
La reforma laboral ha logrado que en el sector privado la temporalidad caiga del 25% al 15%; y eso aún hace más inmoral que la Administración tenga más del 30% de eventuales. Urge poner remedio.
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