Decía la bella Ingrid Bergman (tan sagaz como bella, aunque se exaltara más lo segundo) que la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. Y sí, cuando la salud nos es esquiva todo lo demás se desmorona, pasa a segundo término.
Uno ha tenido ocasión de comprobarlo en sus carnes en fecha reciente. Pero ese revés imprevisto de la fortuna, ya felizmente conjurado, ha deparado también dos buenas nuevas: corroborar el afecto irreductible de familia y amigos, tan valioso para cualquier ser humano, y certificar de primera mano que en nuestra Córdoba contamos, entre otros, con un centro sanitario de primera categoría. Hablo del hospital Quirón, cuyo personal derrocha entrega, profesionalidad y preocupación denodada por los pacientes. Aunque no pueden ni de lejos compensar tanta dedicación, valgan este puñado de líneas como humilde reconocimiento, como sincera muestra de gratitud.
