La gran mayoría de cables que hay en nuestras fachadas pertenecen a empresas privadas. Estas empresas utilizan las fachadas de ciudadanos particulares como soporte para extender su cableado sin pagarnos nada a cambio, cuando el cableado debería ir subterráneo, como por ejemplo las tuberías del agua. ¿Alguien se imagina que la red de agua también fuese aérea colgada en nuestras fachadas? Este problema es mayor si se trata del entorno de un Bien de Interés Cultural, como es el caso de la plaza de San Lorenzo, en el que la propia normativa indica que hay que evitar impactos visuales como el cableado.

Nunca me hubiera imaginado que, mucho tiempo después del final de la obra de mi casa en San Lorenzo, aún tendría los altos postes de madera sosteniendo precariamente los cables junto a mi fachada. Da igual que la acera esté casi inutilizada por falta de espacio y accesibilidad, el Ayuntamiento se desentiende. Da igual las veces que hables con la empresa eléctrica, la espera de meses se eterniza sin soluciones. Y encima te avisan de que el coste de la colocación de los cables correrá a tu cargo.

Ahora, con la obra de remodelación de la plaza a las puertas, los postes corren el peligro de precipitarse si las máquinas se acercan demasiado. O, lo más probable, la obra puede quedar sin completar hasta que no se retiren los postes y los trabajadores puedan acabar correctamente la acera. Ojalá hubiera coordinación para hacer coincidir este tipo de obras de remodelación de nuestras calles con el soterramiento de los cables que recorren y afean nuestras fachadas. Sin embargo, a estas alturas, me conformo con que al menos haya una pronta solución.