Contaba Antonio Machado lo que consideraba el acontecimiento más importante su historia. Era muy niño y caminaba con su madre, llevando una caña dulce en la mano. Fue en Sevilla, y en los días de Navidad. No lejos de mí caminaba otra madre con otro niño, portador a su vez de otra caña dulce. Estaba muy seguro de que la mía era la mayor. ¡Tan seguro! No obstante, pregunté a mi madre, porque los niños buscan confirmación incluso de sus propias evidencias. Y le dijo entonces a su madre que su caña era mucho mayor, pidiéndole que se lo confirmara. Pero su madre le tuvo que poner los pies en el suelo, diciéndole que dónde tenía los ojos. Algo que -contaba Machado- había seguido preguntándose durante toda su vida. Para ser felices lo primero es aceptar lo que uno tiene, y aceptarse uno a sí mismo con lo que es. Comprender, por tanto, que es mucho más importante ser mejor persona, a tener más cosas. Parece fácil, pero creo que es una asignatura para toda la vida.