Opinión | Tribuna abierta

El nuevo Supergarcía

Ningún otro García español compite en notoriedad con el juez Manuel García-Castellón

Cada año el Instituto Nacional de Estadística actualiza la lista de nombres y apellidos más frecuentes en España conforme a los últimos datos del padrón. Pronto se publicará la revisión de 2023 y todo hace pensar que no habrá grandes diferencias respecto al último padrón oficial de enero de 2022. Según esa estadística, el apellido más común continúa siendo el de García con 1.449.647 personas registradas. Muy por encima de los Rodríguez, con 926.207 inscritos; los Sánchez, por ejemplo, ocupan el séptimo lugar del escalafón con 813.023.

Dentro de la legión de Garcías hay jerarquías. Si hace la prueba comprobará que en cualquier buscador que introduzca ese apellido el primer rastreo conduce a uno de los nombres de moda de la actualidad nacional, Manuel García-Castellón. Todo un mérito, porque no es fácil ocupar ese lugar dada la gran cantidad de Garcías con que se compite y porque, además, en nuestro país ha habido Garcías muy populares. Y no lo es solo porque juegue con la ventaja de mantener el doble apellido de sus padres que, curiosamente, los dos llevan el García delante: Manuel García-Castellón y García-Lomas, así se llama. Un doblete que confiere autenticidad y orgullo de pertenencia. ¿Se puede ser más García?

En otros tiempos el actual número uno de los García españoles hubiera tenido que confrontar su trono de popularidad con quien es, quizás, el García patrio más famoso. No estoy recordando a Federico García Lorca, que a ese aún lo tenemos olvidado en una cuneta del barranco de Viznar. Me refiero a José María García, el periodista de moderada estatura al que las millonarias audiencias y la incontinencia verbal convirtieron en gigante durante sus prolongados años de indiscutida supremacía radiofónica nacional. Tanto fue así que se ganó el apodo de Supergarcía.

Pero hoy en día no hay color porque ningún otro García compite en notoriedad con el titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional. Todos los días nuestro García más famoso acapara titulares de prensa, encabeza sumarios televisivos, y consume espacio en las tertulias radiofónicas; hasta merece el elogio de los taxistas madrileños, los de pulsera rojigualda, que proclaman su admiración hacia él con la misma inquina con que hablan del malvado Carles Puigdemont. Pero no solo ellos. Su apellido también fue coreado en la última manifestación que el Partido Popular convocó en la capital del Reino para protestar por la ley de amnistía que continúa pendiente de tramitar en el Congreso. Isabel Díaz Ayuso vitoreó su nombre ante la masa hasta convertirlo en trending topic porque «investiga y quiere hacer cumplir la ley, y es despreciado por el Gobierno». Esos son sus poderes.

En su afán de ponerle las cosas difíciles al Gobierno por su turbulento e interesado idilio con Junts, García-Castellón sigue haciendo lo que puede, como pidió José María Aznar a los españoles de bien. Busca terroristas con barretina entre quienes cortaron calles, bloquearon infraestructuras o quemaron contenedores en la Cataluña del procés, que no en los cortes de autovías de los agricultores o en los intentos de quemar la sede socialista de Ferraz. Y la derecha patriótica le aplaude entregada aunque sabe, perfectamente, qué es el terrorismo en España. El de ETA y el yihadista, pero también el de Estado. Menos mal que Mariano Rajoy, con su acertado verbo y su infinita sabiduría, nos dio la clave para entender el fenómeno del nuevo juez estrella de este país: «España es una gran nación y los García son muy García y muchos García son». Pues eso es, el nuevo Supergarcía.

*Periodista y escritor

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