Opinión | Al paso

Políticos enmascarados

¿Cuántos políticos enmascarados, es decir, políticos que no muestran su verdadera cara corrupta, nos gobiernan? Tristeza e impotencia es lo que sentimos. Quiero hacer un breve recorrido histórico de porque políticos y ahora también políticas (la igualdad de sexos comienza a mostrar que ellas adolecen de los mismos defectos) se portan con tan poca dignidad en su cargo, antes en sistemas dictatoriales y ahora en democracias vanas. Decía Platón que la sociedad se dividía en escalas sociales que tenían mucho que ver con la responsabilidad para con las polis. Y la más alta escala social era la clase política porque era la que dirigía los destinos de las gentes y por ello era la que más cualidades debía amontonar. Pero eso, se ha ido mal interpretando y la actividad política fue derivando de la responsabilidad de cuidar de los demás a la autoridad sobre los mismos. Por eso, lo que se debería llamar hoy puestos de responsabilidad social se llama centros de poder político. Y para culminar este diabólico plan, la excelencia que Platón exigía fue trucada, perdón, truncada por la consecución hipócrita de una pretendida naturaliza divina de los dirigentes. Vamos que los políticos se hicieron dioses porque según ellos el cargo era un encargo de Dios. Entonces, como los dioses no pecan y en consecuencia tampoco pueden delinquir, ya se produjo el desatino sin control de todo tipo de abusos de poder. Viniendo ya a nuestros tiempos, el último en tomar el testigo divino fue Franco que una vez que se marcha al Paraíso con pleno derecho según sus credos, quiso y consiguió legar la divinidad a la monarquía que por ello sigue felicitándolo y felicitándose en navidad ante todas y todos. De ahí que, en la actual Constitución, el máximo poder político no sea responsable de sus actos. Pero no porque sea un incapaz, que eso sería una eximente completa de la responsabilidad penal y por tanto la absolución de todo acto criminal sino porque está por encima del bien y del mal como dios que es. Es decir, el rey actual, según la Carta Magna vigente, al no ser responsable de nada por lo ejercido en el ámbito de su cargo, también, como Franco, es rey de España por la Gracia de ser un Dios. Y claro, esto da alas para que todos los que tienen poder político, quieran aprovecharse de su cargo pues al ser divino el máximo mandatario, de alguna manera los demás son angelitos (más bien diablillos). Y ya puestos, que también se aprovechen de ese poder la gente que más quieren como son amigos y familia. 

Hace unos años, estaba yo en una conversación y uno que no había salido en las listas le decía a otra que sí lo había conseguido gracias a sus contactos y no a sus títulos y mucho menos a su magnetismo personal para atraer el voto pues la muchacha tenía más poca chispa que un mixto mojado: “mira, no creas que esto es para siempre que esto te digo yo que se acaba. No seas tonta, tómatelo como una lotería y mientras estés ahí cómprate un piso y paga tu hipoteca que te repito que esto se acaba cuando el que te ha puesto ahí lo quiten”. Me quedé pasmado pues creí que le iba a decir otras cosas más bellas relacionadas con el amor a la sociedad que debía transformarse en darlo todo para el bienestar de sus semejantes. Pero para nada… Es decir, con la democracia, ha ocurrido todavía peor porque los cargos políticos como suelen durar cuatro años u ocho, esta reala, secundariamente hará algo de la labor que se les espera, pero sobre todo cuidarán de dejar amarrado su futuro con las oportunidades e influencias que otorga el poder con el que conviven. Lo siento, pero deben saber que este tipo de poderosos no llegan al poder por una oposición meritoria sino por una cadena de favores (o cariños varios). Por eso no paran de saltar casos de corrupción, porque donde más honradez tenía que haber, sobre todo abunda la prisa por hacerse de oro o un camino individual que asegure la autosuficiencia futura. Y por eso, no hay heroísmo cultural en la actual sociedad política como sería renunciar al cargo, no después de que mil veces te lo pidan cuando los medios se enteran de la burbuja corrupta, sino cuando uno mismo, sin que se entere nadie más y además tampoco se vaya a saber, dimite por coherencia íntima. Eso hoy es imposible. Y ya entrando al trapo y como muestra de la corrupción más vomitiva pero más real que existe en la actualidad, hemos visto como personas de distintos partidos y muy relacionadas con el poder político, han ganado millones de euros como comisión de venta de mascarillas aprovechándose de su cercanía con políticos enmascarados y de la principal tragedia colectiva que ha sufrido nuestro país en este siglo, como fue la Pandemia, con muertos a miles que ni siquiera pudieron tener una manita cogida de sus seres queridos cuando expiraron y murieron abandonados y solitos y seguramente llenos de miedo y tristeza de no poder despedirse de los suyos y enfrentarse a la muerte en la más extrema soledad. ¿Quién paga esa comisión de soportar sin protestar la marcha de nuestros seres queridos sin poder siquiera abrir el ataúd? ¿Porque el estado necesitaba empresas privadas para comprar mascarillas a China con toda la infraestructura que tiene y la comunicación directa con el sistema totalitario de allí que hace el telefonazo mucho más fácil? ¿Puede haber más bajeza moral, ética, religiosa o como queramos llamarlo que favorecer o aprovecharse de la muerte de nuestros ancianos para hacerse ricachones? ¿Y todavía tienen la caradura de ir de víctimas? Pero todavía más triste es que nos enteremos de todo, no por el ansia de justicia de políticos honrados sino por traiciones y venganzas particulares entre ellos relacionadas con el acceso o prolongación de ese poder irresponsable y divino que no sabe a prestigio social o heroísmo cultural sino a bombazo económico. Perdónenme por lo que voy a decir, pero a veces, cuando veo a algunos políticos tan sonrientes, tan bien vestidos y tan bien comidos, me da ganas de escupir pero no lo hago por educación. Así que cuando los veo venir, me cambio de acera...

*Abogado

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