Opinión | El triángulo

Ahora es Koldo

No es pillaje, no es aprovechamiento de oportunidades, no es visión de negocio. No se trata de un malentendido ni de un error puntual. Se llama trama, delincuencia y tráfico de influencias. Alguien que trabaja en un ministerio en vez de servir a lo público se sirve de él. Utiliza un cargo político en beneficio propio y de unos cuantos elegidos que le rodean. Ahora le toca a las Fuerzas y los Cuerpos de Seguridad del Estado investigar y probar unos hechos que a todas luces parecen corrupción. Simple y llanamente.

Un entramado de empresas creadas para tal fin o desviadas temporalmente de su actividad habitual con el único objetivo de dirigir su negocio a la necesidad coyuntural como era el material sanitario durante la pandemia. La escasez de mascarillas agudizó el ingenio de quien ya tenía el olfato suficientemente entrenado para encontrar la fórmula con la que hacer dinero ante la desgracia. Una forma de actuar inmoral que ya vimos en otras causas cobrando sobreprecios o comisiones. La diferencia es el cargo que ostenta quien ordena y firma las operaciones, no la bajeza moral de las mismas. Si, como en este caso, se demuestra que el nombre que figura en esos contratos ocupaba un cargo público, además de reprobable, es delito.

Aunque muchos se empeñen en desdibujar las líneas rojas según se trate de un color político u otro, el trazo es firme e incuestionable. Aquel que colocó y protegió a Koldo en su supuesta andadura por los márgenes de la legalidad debe hacerse cargo, sobre todo cuando parece que otros le habían advertido de las maneras del susodicho. Eso significa dar un paso atrás y retirarse de la escena pública. Da igual si lo sabía, lo ignoraba o lo intuía. Era asesor de un ministro con unas funciones básicas y claras que, evidentemente, sobrepasó. Se extralimitó y sacó rédito de una situación que de otra manera no habría podido. Utilizó medios y contactos públicos y, una vez destapado el pastel, quien le avaló debería asumir responsabilidades políticas como diputado que es, aunque no tenga otro tipo de reproche penal. Otros compañeros de Gobierno y partido le han enseñado la puerta de salida conscientes de la importancia de ejemplarizar la política. Lo fue en el pasado en otros partidos y en otras tramas corruptas, por tanto también debe serlo ahora. Robar es un delito lo cometa quien lo cometa. Consuela al supuesto delincuente pensar que él no lo es tanto como el de enfrente si se ha llevado 100 en lugar de 1.000. Entre delincuentes anda el juego porque lo que opina el que nunca se ha llevado un céntimo es que todos son unos chorizos.

*Periodista

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