Opinión | Hoy

Las golondrinas

«¿Será esta la primavera ya sin golondrinas, sólo ya con pantallas, construida a base de inteligencia artificial y remedos de poetas y poesías?»

¿Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar? Pues no lo sé. Bécquer lo afirmó rotundo, dirigiéndose a su amada, que tanta romántica neurosis y tantos «suspirillos germánicos» le ocasionó, hasta que nuestro poeta escribió esas tiernas rimas. Pero ahora, en este invierno eterno que nos ha tocado vivir, llegó febrero, llegó el día de los enamorados, pasa febrero, ¡y las golondrinas sin venir! Me sobrecoge tanto silencio azul en las calles y los cielos, en los aleros de los tejados, en las torres, en las márgenes del Guadalquivir. ¿Por qué no regresan las golondrinas, para seguir celebrando los versos de Bécquer? ¿Tanto les espantó lo que vieron en España este verano, como para ponerse de acuerdo en no venir más y dejar sin alma el maravilloso poema de nuestro numen romántico? Cada amanecer mi soledad espera el gorjear de esos pájaros versátiles. Y sólo escucho susurros de Lorca: «Buscaba el amanecer, y el amanecer no era, busca su perfil oscuro, y el sueño lo desorienta». Y en un romance sonámbulo, me preguntan: «¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?» Y así nuestra España, cada vez más extraviada, sigue esperando otra generación para encontrarse a sí misma, arruinada por otra traición que se hace a sí misma. Y las golondrinas, sin venir, dejando para otro día, para otra esperanza, para otro futuro nuestra primavera, frente a este ruedo ibérico donde sólo se corea el viva mi dueño, donde «el Periquito Gacetillero abre los días con el anuncio de que viene la Niña. ¡Y la Niña, todas las noches quedándose a dormir por las afueras!» ¿Y ahora qué hacemos? ¿Para dónde tiramos? ¿Cómo dejamos de practicar el dedicarnos a verlas venir? ¿Será esta la primavera ya sin golondrinas, la primavera sólo ya con pantallas, construida a base de inteligencia artificial y remedos de poetas y poesías? ¿También esto nos tocará sufrir a esta generación nuestra nacida en el último mundo que fue humano? ¿Llegará abril y no tendremos azahar en los naranjos, ni rosas en el nuevo mayo? Sólo este tiempo dislocado, este continuo lamento de nuestra madre Naturaleza, a la que hemos enloquecido, triste madre demente, que vaga en greñas y toquilla por los días, sucia, desaliñada, desquiciada, mirándonos con ojos ausentes porque ya no nos reconoce como hijos.

*Escritor

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