Opinión | Entre visillos

Barrio rico, barrio pobre

La combinación entre el callejero y la economía condiciona la vida del ciudadano

La vida es fruto del azar, que puede acabar condicionándolo todo, desde el nacimiento hasta la muerte. Nadie escoge su familia, ni el sitio donde viene al mundo, pero lo cierto es que no es igual nacer entre algodones o bajo un puente, aunque luego entre en liza de nuevo la suerte y haga de las suyas. Que la cigüeña aterrice en un lugar y no en otro marca el pulso de una existencia. A veces por cuestión de unos pasos, un barrio o el de al lado -en el casco histórico de Córdoba, sin ir más lejos, es difícil saber dónde están las fronteras-, pura nadería. El planteamiento puede sonar un tanto filosófico, pero los resultados son pura ciencia estadística.

A este respeto resultan muy reveladores los datos que ha dado a conocer la Agencia Tributaria, fruto de la combinación fatídica –que viene de fatum, destino en latín- entre la economía y el callejero. En base a la campaña de 2021, que es la última estudiada, en esta ciudad la renta de unos pocos vecinos duplica la de otros muchos. Así, según recogía Pilar Cobos hace unos días en estas páginas, las declaraciones presentadas para el IRPF de ese año en El Brillante-Quitapesares (y ya pueden quitárselos), que fueron 10.763 en total, recogen una media bruta de 43.153 euros frente a la media general de la capital, que es de 27.510 euros (y de 22.688 en el caso de la provincia, un 6% más baja que la andaluza). La renta del barrio más rico duplica a la de otros cinco, los que están en el furgón de cola: Fuensanta-El Arcángel (21.144 euros), Fray Albino (20.996), Villarrubia (10.136) y Sector Sur-Guadalquivir (18.619).

Nada nuevo se descubre al atribuir los ingresos más bajos a los cordobeses que habitan en el Sector Sur y el barrio del Guadalquivir, barrios que, para mayor vergüenza de esta ciudad cuatro veces Patrimonio de la Humanidad, ocupan el décimo segundo puesto en el ranking de los 25 con menor renta de toda España, según el análisis de Hacienda. Si acaso, lo que llama la atención es que estas cifras se repitan una y otra vez sin que iniciativa alguna consiga mejorarlas. Curiosamente Las Palmeras, que siempre hacían dúo con Las Moreras en el pozo de la pobreza, quedan mejor situadas en la lista al presentarlas ahora en tándem urbano con Miralbaida y asignarles rentas de 28.861 euros. En cuanto a Moreras -hace tiempo que se tiende a suprimir los artículos, en una especie de redención toponímico-gramatical para la que estorbaran-, a (Las) Moreras ni se las menciona, perdidos como están sus mugrientos edificios, y eso que son como fortalezas de aspecto carcelario, entre las impecables viviendas de distritos ricos mucho más recientes.

La cuestión de las barriadas vulnerables es tan sangrante que debería abordarse como un tema de ciudad, y como tal acometerlo con sincera voluntad política de darle solución. Y no es que falten ayudas oficiales o respaldo de oenegés, que las hay. El problema es que suelen ser subvenciones puntuales, un chorreo de dinero que termina siendo pan para hoy y hambre para mañana. Dan peces, pero no enseñan a pescar. Se aprecia sobre todo en la escasa formación de unos vecinos que, salvo excepciones de jóvenes valerosos que llegan a la enseñanza superior -a los que se da el eco que merecen los supuestos excepcionales-, sobreviven acomplejados en su precariedad, sin buscar nuevos horizontes. Así lo subrayan los estudios que se emprenden desde la universidad, como el último informe del Observatorio de Desigualdad de Andalucía, que apunta a la educación como la principal arma para salir del hoyo. También ayudarían el alivio del paro, que se ceba en estas barriadas, viviendas más habitables y el olvido de prejuicios que estigmatizan a sus habitantes y agrandan la brecha entre barrios ricos y barrios pobres.

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