Opinión | EL TRIÁNGULO

Dejen en paz a los críos

Metidos ya en la vorágine de las rebajas, con cientos de devoluciones por hacer, muchos seguimos aún con la cabalgata de Reyes en la retina. La ilusión reflejada en las caras de los más pequeños mirando hacia el cielo esperando a ver en los más alto de las carrozas a su rey preferido, no es comparable con nada. La inocencia, la felicidad, la alegría... pocas cosas pueden empañar emociones tan puras. Sin embargo, hay quien consigue emborronar esa noche tan mágica y, además, con gestos tan insignificantes como absurdos.

Los desfiles de sus Majestades han evolucionado. Se han transformado en una especie de ‘totum revolutum’ donde los pajes se entremezclan con hadas, duendes, magos y superhéroes. La globalización elimina las particularidades que convierten en única cada cabalgata de pueblo o ciudad. La viralidad hace que cualquier incidente en la calle de alguno de los personajes acabe en caricatura. Incluso al año siguiente, la escena más ridícula que otrora sería ocultada por todos los presentes termina por convertirse en protagonista del año y reclamo para el próximo.

Todo lo que rodea a los Reyes Magos parece de todo menos mágico y si hablamos de ellos el despropósito adquiere unos niveles inauditos: que si un Melchor con barba postiza, un Gaspar excesivamente guapo... la palma, cómo no, se la lleva Baltasar. El racismo no hace excepción ni con él ni en 2024. Algunos ayuntamientos siguen empecinados en disfrazarlo. En Sevilla, un empresario vestido de torero y con la cara tiznada; en Madrid, otro con acento raro e igualmente pintado de negro. Lo que le pasa al pobre Baltasar no les ocurre a sus dos hermanos de travesía por el desierto.

Hace 8 años, las redes sociales ardían con la vestimenta de sus Majestades en Madrid, más extravagantes de lo habitual por el afán de modernizarles. Al igual que aquello no tuvo demasiado sentido, hoy tampoco lo tiene el batiburrillo de gentes que conforman el séquito de los Reyes Magos. Por si fuera poco, algunos políticos reacios a abandonar el foco estos días abren la boca sin preocuparles cuán profunda puede llegar a ser su inconveniencia. Estos días hay quien ha sido capaz de asociar la cantidad de regalos que los críos encuentran bajo el árbol a lo bien que se han portado el resto del año. Fuera de ese esquema quedan las familias con pocos recursos que seguramente lo habrán pasado mal por no encargar a sus Majestades todos los juguetes pedidos por sus hijos. Solo les ha quedado por decir que les podrían traer libros como castigo. Ojalá los Reyes Magos también repartieran sacos de sentido común y prudencia.

** Periodista

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