Opinión | colaboración

¿Un cuento de Navidad en Los Pedroches y El Guadiato?

Sólo deseo para 2024 que en la Nochebuena próxima podamos brindar con agua del grifo

Hace muchos, muchos años, en un lugar olvidado del norte de la provincia de Córdoba, sus habitantes, asustados y dolidos ante una gran amenaza, alzaron su voz con grito unánime: no querían un cementerio nuclear en esta tierra, proverbial en el respeto a la naturaleza. El 10 de marzo de 1996, millares de vecinos se unieron en Belalcázar para expresar de forma rotunda su frontal oposición a la amenaza. Daba gloria ver la cola de coches desde Hinojosa del Duque a Belalcázar.

La concentración fue un éxito y, tras el acto, entre bambalinas en el Ayuntamiento, hubo un espectro --Carlos Bravo, a la sazón vicepresidente de Greenpeace España-- que, como Marley al señor Scrooge, nos previno ante el fútil éxito y nos acompañó en un viaje a ver el futuro, según su interpretación de los hechos. Y en su visión de futuro pronosticó que, tras la efímera victoria, las fuerzas del mal seguirían actuando, callada y astutamente, moviendo hilos invisibles para conseguir, dentro de un tiempo, que la zona norte de Córdoba fuera un terreno olvidado, despoblado, con una población envejecida, sin infraestructuras ni industrias, sin servicios ni oportunidades para los niños que tuvieran la dicha de nacer en ella. Las fuerzas del mal harían lo posible para impedir que ningún tipo de proyecto de futuro arraigara, poniendo trabas burocráticas y partidistas para impedir que un solo kilómetro de ferrocarril transitara a su paso, que las ansiadas autovías (Lisboa-Toledo, Córdoba-Madrid, Córdoba-Badajoz) no pasaran ni de los informes preliminares. Intentarían crear un falso espejismo de que el proyecto bueno, el que nos sacaría del secular olvido, sería crear una infraestructura turística, turismo de naturaleza. Ése era el camino. Y haremos Zepas, parques naturales y promoveremos que nuestras dehesas sean un paraíso del bienestar animal. Y reserva ‘Starligth’, que no nos falte de ‘ná’. Los presentes, horrorizados, creímos entonces que aquello no podría ser. Imposible.

Hoy, no sólo se ha cumplido su predicción, sino que hemos podido comprobar que se quedó muy corta. Unos datos que lo prueban: no existe en el norte de la provincia de Córdoba ni un solo kilómetro de autovía; no hay forma de acceder en tren convencional a la zona, si llega el AVE es sólo como consecuencia de la denuncia y la lucha, parando de forma ínfima y en horarios inasequibles; no hay forma de acceder por transporte público a la mayoría de localidades de la zona; los hospitales de Peñarroya y Pozoblanco están casi sin especialistas, debiendo cubrir los servicios con desplazamientos temporales del Reina Sofía; la oficina de la AEAT en Pozoblanco ha pasado de gestionar íntegramente todo el espectro de tributos a tramitar únicamente cuestiones sobrevenidas, censales y de atención al público; al norte de Córdoba no hay una sola administración de la Seguridad Social, al sur sí tienen la de Lucena; un vecino de Santa Eufemia o Belalcázar está a 100 kilómetros y hora y media para acceder a su administración, sita en la avenida Carlos III de la capital; el INSS tiene 10 oficinas fuera de la capital, nueve al sur y sólo una al norte, Peñarroya; ya hay más de una docena de localidades sin oficinas bancarias y otras amenazadas en un proceso irreversible.

Desde Belalcázar 1996, Los Pedroches han perdido 7.275 habitantes. Como si Hinojosa del Duque hubiera desaparecido. Y tiene una pirámide de edad totalmente invertida. Y, por si todo esto fuera poco, desde abril pasado se ha traspasado una frontera que, ni en el peor de nuestros sueños, hubiéramos imaginado: no tenemos ni agua para beber. Es más, ni aun teniendo a 40 kilómetros el pantano más grande de España y tercero de Europa, los habitantes de la zona norte, sus ganaderos y su industria agroalimentaria (quizá el último recurso) no tienen garantizado el suministro de un agua potable de calidad. Por ello, hoy, año 2024, me pasa como al señor Scrooge, veo un futuro negro como el atuendo de una vieja de los años 60. Y deseo despertarme de la pesadilla y encontrarme con un futuro diáfano y apacible, pero sé que, como siempre en esta áspera tierra, eso no llegará sin sufrimiento, lucha y movilización. Así sea. Por ahora, sólo deseo para 2024 que en la Nochebuena próxima podamos brindar con agua del grifo. Ya ven con que poco nos conformamos los del norte del sur.

*Funcionario público y miembro de la Plataforma Unidos por el Agua

Suscríbete para seguir leyendo