Opinión | sedimentos

Ludotopia

«Todo nuestro entorno ensalza como un objetivo vital el hedonismo»

Puede constatarse un alarmante auge de la adicción al juego en todos los sectores sociales, sin distinción de género, pero con una peligrosa incidencia entre los jóvenes, de por sí más expuestos e indefensos ante los efectos y secuelas de esta grave lacra. Si bien las consecuencias económicas no tardan en hacerse evidentes y en muchas ocasiones llevan hasta la ruina, las repercusiones de índole anímica y mental tienden a pasar mucho más desapercibidas, pero sus estragos se proyectan de forma ineludible en quienes conviven con el ludópata, amigos y sobre todo familiares.

Cómo se origina esta dependencia o por qué es tan difícil de erradicar son cuestiones que preocupan a psicólogos y psiquiatras, pero aún no existen respuestas concluyentes. Sin embargo, parece razonable argumentar que todo en nuestro entorno ensalza como un objetivo vital el hedonismo, la facilidad para saciar cualquier apetencia, el acceso inmediato y sin barreras a cualquier capricho, ¡aquí y ahora! Por el contrario, se denuesta el valor del esfuerzo, del trabajo y de la constancia, ni apenas se tolera la demora en la recompensa. Las redes sociales transmiten multitud de mensajes reiterativos en los que radiantes personajes venden una quimera dorada, una felicidad mágica cuyos ubicuos protagonistas disfrutan triunfantes y omnipresentes desde su particular paraíso artificial. Sin duda, son muy afortunados... en un doble sentido: además de suerte, poseen riqueza. Porque ese crucero o viaje de ensueño cuesta dinero, mucho dinero; igual que la mayor parte de las pautas, sugerencias e insinuaciones dictadas por la oligarquía de las pequeñas y grandes pantallas. Ante una exhortación constante a imitar un ritmo de vida inalcanzable y una persuasiva invitación a tomar un atajo para ingresar en el Edén prometido, ¿por qué no buscar la llave en el juego?

*Escritora 

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