Opinión | el artículo del día

Los lobis feroces y sus apetitos

Han estado a punto de contratar a Fiona Scott Morton para un puesto clave en la Comisión Europea

Todos pendientes de la aldea gala y no caemos en lo de más allá. Sin embargo, hay un mas allá, y más allá hay la Unión Europea: con su Parlamento Europeo, su Consejo Europeo, su Consejo de la Unión Europea, su Comisión Europea, su Tribunal de Justicia de la Unión Europea, su Banco Central Europeo, su Tribunal de Cuentas Europeo y hasta su Servicio Europeo de Acción Exterior.

No sé si sabíamos de tan recio aparato de gobierno. El Banco Central Europeo (BCE en adelante) nos viene sobre todo porque es el que agarra, coge, pilla, se junta, delibera un rato, ve lo de la inflación y tal, y decide que los bancos pillen cacho a costa del euríbor de las hipotecas. Anoten los miles de millones de ganancia de los bancos españoles, por ejemplo, a causa de la decisión del BCE, que es nuestro banco europeo, pero a la vez (mucho más a la vez, dónde va a parar), el Banco de los bancos de las madres patrias reunidas --contentos podéis estar de los años que os hemos regalado con el euríbor casi a cero, así que andando y ligeritos, que se ha acabado el recreo--. Y sin chistar, que nos dan la mano y nos tomamos el brazo, y todo es pedir a crédito y gastar sin tiento; y la inflación como loca por vuestra culpa. Conque si queréis un euro lo pagaréis al cuatro por ciento, o más, ya veremos, a ver si así aprendéis. Y a los bancos de la unidad de la patria, en el entretanto, les salen euros hasta de los mismísimos esfínteres.

Pero volvamos al Olimpo europeo y sus numerosos templos con su larga nómina de sacerdotisas y sacerdotisos. En este Olimpo, señoras y señores, acaba de pasar lo siguiente (según avisa Eliseo Oliveras en este mismo periódico hace unos días): «Infiltración evitada en la CE», titula su información tan pertinente. Y es que han estado a punto de contratar a una señora llamada Fiona Scott Morton para un puesto clave en la Comisión Europea (CE). Economista jefa de la Dirección General de la Competencia. Este departamento, según Oliveras, tiene poderes exclusivos, por encima de los gobiernos nacionales, sobre fusiones, adquisiciones, prácticas monopolísticas, abusos de posición dominante y ayudas públicas. Y con la nueva legislación europea aún manda más la mencionada Dirección General de la Competencia, donde iban a mandar a doña Fiona.

Pero resulta que doña Fiona está en nómina de una cosa llamada Charles Rivers Asociates, que es un grupo lobista --en la UE hay registrados oficialmente más de doce mil lobis, y emplean a 48.000 personas, a las que destinan un presupuesto total de 1.500 millones por año--. Pues bien, esta señora está contratada por Charles Rivers Asociates, de donde cobra por y para defender los intereses particulares de una serie de empresas a las que tendría que vigilar, como si dijéramos, si hubiera sido nombrada como ha estado a punto de suceder.

¿Y cómo es posible esto, es que no hay controles? Los hay; de hecho, el nombramiento se ha echado atrás porque siete comisarios iban a reclamar a la presidenta Von der Leyen su anulación por motivos de seguridad, conflicto de intereses y vulneración de la legislación europea, que establece que los puestos de la UE han de ser ocupados por ciudadanos de alguno de los países miembros, y resulta que doña Fiona es ciudadana de los EEUU.

Hay una comisaria de la Competencia (Margrethe Verstager) responsable de esta propuesta contraria a la legislación europea, que parece que ignoró para que fuera posible el nombramiento, no se sabe si por estupidez o incapacidad manifiesta (raro), o por «persuasión» --comillas, muchas comillas-- del propio grupo lobista; o tal vez por imposición de la misma presidenta, que a su vez habría sido «sugerida» por Washington para que buscara un procedimiento excepcional para el nombramiento, en el que había, al parecer, gran interés.

En fin, más de doce mil «empresas de servicios» que pagan a un ejército de miles de personas para colocar sus peones y su influencia sobre legislaciones, decisiones y otras dinámicas que favorezcan sus intereses particulares por encima de los generales de la institución. Y no les debe de ir nada mal, porque mil quinientos millones en salarios tienen que estar compensados por las ganancias obtenidas. ¿Y las ganancias obtenidas de dónde salen? (música de misterio revelado). Mas he aquí que estos laberintos, aunque se publiquen, no entretienen tanto como una de bulos, dos de patrañas, tres de trolas, cuatro de abril, cinco de farsas, seis de pufos, siete de bulos, San Fermín. Y aun así, menos mal Europa. Sobre todo con las verbenas nacionalsindicalistas que se nos vienen.

*Autor y director de teatro

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