Opinión | entre líneas

Clima prebélico de Feria

En algunas casetas estaba perfectamente justificada una intervención armada ante el gran ruido

Hablábamos de política en la Feria un íntimo amigo y yo. Lo de hablar es un decir por el estruendoso volumen de la caseta siendo tan solo las 5 de la tarde, con un medio flamenquín recién comido saltando al hacer el estómago de piel de tambor con los golpes de las ondas de choque de los altavoces. Me dijo mi amigo: «Ese clima prebélico que hay ahora, que ha creado Sánchez con su agresividad, lo va a pagar en las urnas». Efectivamente, la factura que le pasaron a la izquierda y a Sánchez el reciente domingo en las elecciones no ha sido pequeña. Ahora bien, sigo pensando que entre los conceptos facturados en la nota estaban apuntados muchos, como el trato de favor a los independistas, el camino con sus compañeros de coalición... Pero lo de crear un clima ‘prebélico, como se ha hablado y argumentaba mi colega, no lo veo.

Me hubiera gustado seguir debatiendo con mi amigo y tenía dos o tres comentarios en mente que hacerle. Pero, sobre todo, quería escucharle por si me convencía. Siempre estoy abierto a ello. Aunque eso era misión imposible con la tripa rebotando al ritmo de los decibelios de la música que vomitaban los amplificadores. Así que, en vista de que era mejor dejar la charla para otra ocasión, me propuse ser más perspicaz e identificar en mi entorno esas situaciones de guerra inminente que tan claramente advertía todo el mundo menos yo. También estoy dispuesto a aceptar que soy muy despistado. De entrada, tanto mi amigo como un servidor, pese a pensar tan distinto, estábamos de fiesta con un cubata en la mano, junto a un grupo de amigos de la empresa que, sin poderse escuchar tampoco, meneábamos contentísimos las caderas y los pies. Volviendo pronto a casa, no vi en la Feria signos de preocupación por un inminente conflicto, ni cuando pasé por el Puente Romano a los turistas corriendo a buscar refugio en sus respectivos consulados, ni barricadas para atrincherarse en la Mezquita Catedral ni los escaparates en Las Tendillas y Cruz Conde tapados con tablones para evitar que las explosiones los dañen. En mi bar de guardia la gente disfrutaba en la terraza sin preguntarse de qué ‘bando’ era y, en la jornada de reflexión, aunque hubo truenos tormentosos no escuché explosiones lejanas. La jornada electoral transcurrió sin piquetes de gente impidiendo votar a los que por su forma de vestir no parecían de su ideología y no hay noticia de barricadas frente a colegios electorales. Pero en la noche de la jornada electoral no me topé con nadie del PP celebrando desaforadamente la victoria (y, bien mirado, tenían motivo para ello) ni a ningún otro llamando a la rebelión. De hecho, no había ni Dios en las calles, pero no por miedo, más bien por ser el domingo de resaca de la Feria y por la destemplada tarde que dejó la tormenta. Había un clima frío, pero lo que se dice ‘clima prebélico’, que suele ser también el argumento recurrente del que quiere empezar el conflicto él mismo... ninguno. Ni siquiera el lunes, tras el vuelco político, oí sirenas llamando a la población a los refugios y hasta me pareció muy normal Sánchez convocando elecciones con traje y corbata sin necesitar una sudadera al estilo Zelensky tipo ‘esfuerzo de guerra’.

Si me apuran, el único detalle que sí podría corresponder a una situación «prebélica», y permitan que termine como empecé, era el volumen a toda leche de la música de las casetas en la Feria desde primera hora de la tarde y sin venir a cuento. Para mí que en algunas estaba perfectamente justificada una intervención armada. Por lo demás...

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