Opinión | al trasluz

Verdades de pacotilla y otras verdades

La falta de pasiones es una forma adelantada y acelerada de no estar, o de estar muerto

Será porque la primavera la sangre altera o será porque no es posible ocultarlo, reconozco que soy lo que se dice una friki o friqui (ambas entradas registra la RAE, ¡si será importante!). Es más, a mis alumnos a veces les digo que creo que en la vida hay que ser friki del algo. Lo que traducido a un lenguaje más elegante significa tener pasión por algo y/o alguien, no es excluyente. Cierto es que no todas las pasiones son igual de nobles y loables y que las hay que rozan el mal gusto e incluso el delito, incluyan aquí las que mejor les parezca. Ni que decir tiene que no me refiero a éstas, más bien al contrario, todo tiene límites, incluidas las pasiones. Una cosa es ser friki y otra, hooligan. Que formar parte de este colectivo es deplorable, sea en el ámbito del fútbol, del deporte en general o de la política, que también los hay, está fuera de duda, al menos de la mía. Pero que las tres acepciones que la RAE incluye para friki sean bastante despectivas no me gusta. Y no me gusta porque no me convence, porque creo que no atina en su definición. Veamos, poco tengo yo de estrafalaria, ni de extraña, hace falta para eso una disposición de la que yo carezco. Ser friki, es, o así lo veo yo, una manera poco redicha de admitir que se siente pasión por algo. Ciertamente parece poco adecuado usar ese término cuando de personas se trata, en tal caso tengo por más conveniente recurrir al término clásico «apasionado». La cosa o, mejor dicho, la persona lo merece.

Pues bien, como les confesaba soy una friki, una friki de los aforismos, pues vienen a ser una manera condensada de expresarse, un destilado del pensamiento, lo que requiere un gran conocimiento de la vida y las cosas combinado con un gran autoconocimiento. De todas maneras, ahora que lo pienso bien ya se es suficientemente friki por dedicarse a la Filosofía y si es a la del Derecho, como es mi caso, ni les cuento. Entregarse a la filosofía (la del Derecho y la otra) con la pasión con lo hicieron en el pasado Hegel, Nietzsche, Heidegger, o Sloterdijk en el presente, por citar solo a unos pocos alemanes, ya tenía su componente de rareza por entonces, pero ahora... es casi de héroes. Cuando algún estudiante, lleno de dudas y temores por lo que pueda significar para su futuro, asoma la cabeza por el despacho para decirme algo así como: «me gustaría hacer una tesis en Filosofía del Derecho», despierta en mí una ternura y una admiración infinita, por lo que tiene de valiente ir contracorriente. Y sí, es ir contracorriente decantarse por la Filosofía del Derecho y no por las ramas del Derecho positivo, con toda seguridad más crematísticas y que gozan de un mayor reconocimiento social. Si yo les digo (a mis alumnos) que creo que es bueno ser friki de algo (no tiene por qué ser de la Filosofía ni siquiera de la del Derecho o de los aforismos como es mi caso) es porque quiero que sean valientes, que apuesten de manera profesional, o no, por aquello que más les llene y que compense tantos sinsabores con los que a lo largo del tiempo nos topamos. Esto lo tengo yo por una verdad no de pacotilla, en contraposición con las que nos intoxican a diario desde tantos frentes.

*Profesora de la Universidad de Zaragoza

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