Tamames

Toda esta pirotecnia de la moción de censura con la candidatura de Ramón Tamames solamente conduce a la melancolía. Vemos a ese hombre ahí, con el pelo rojizo todavía y la ropa vistosa, cromática y festiva, y da la sensación de que ahora encarna una especie de fiesta que se ha quedado antigua, con brío carnavalero en su manera de exponer el discurso. Claro que Tamames es un hombre valioso, un economista que partió del marxismo y del PC porque, como ahora dice tanto -y en parte es verdad- entonces, contra Franco, era casi lo único que había. Además de sus tochos económicos y políticos, Ramón Tamames escribió hace años -ahora nadie lo recuerda- una continuación de ‘La Regenta’ que tituló ‘La segunda vida de Anita Ozores’, que iba con un prólogo de Francisco Umbral. Ramón Tamames ha venido a hablarnos, o eso aventuramos, de la democracia que podría haber sido, esa segunda vida que ahora requiere de otros protagonistas no con más fuste intelectual, sino con más asentamiento en el bien común, que nunca ha sido posible sin el principio de legalidad al frente. El valor simbólico de esta función preparada en el Congreso es la impugnación de lo actual por una parte de su pasado inmediato, con algo más de lustre en la escritura de tramas que al final sabían renunciar a la minucia para ganar los días del futuro pasado. Cuando Ramón Tamames comience su exposición, más allá de los efectos especiales sobre el escenario, será una época la que estará mirándose en los ojos de otra. Decir que cualquier tiempo pasado fue mejor era algo imposible en la Historia de España hasta 1978; pero en 2023, sí parece que cualquier momento, con todas sus caídas y temblores, del 78 para acá, era mejor que hoy. Si Ramón Tamames fue capaz de ponerse en los personajes de Clarín hace veinte años, cómo no iba a encarar la moción de censura. Esta literatura que vendrá tiene algo de farsa meditada, con un fondo insondable de verdad, mientras nuestro presente se va por el desagüe.

* Escritor

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