Opinión | HOY

Ahítos de farsa

«Ahora todos los mandamases me conocen, me dan la mano, se interesan por mí»

Sonó el teléfono. Una voz al otro lado. Una voz edulcorada, rijosa y plástica. Me preguntó si yo era yo. Le contesté que creía que sí, pero que muchas veces lo dudaba, porque miraba en mis papeles y documentos. La voz ya no me escuchó. Me lanzó que yo había tenido la suerte de haber sido elegido para la visita de unos mandamases. Yo pregunté qué mandamases. La voz, que permaneciese a la espera. Y llegaron a mi casa nunca sé los quiénes. Silencio. Me quitaron la ropa y me vistieron informal, algo de algo y todo de nada. Cambiaron de sitio muebles, limpiaron las señales de crisis, de necesidad, de soledad, de abandono y de desidia, y me ordenaron que sólo pensase positivamente. Mi piso parecía una mezcla entre pisito alternativo, medio de soltero, medio cultural y medio reivindicativo. Fueron llegando mandamases. ¡Qué ajetreos de cámaras, periodistas y saludos! Yo no conocía a nadie y ellos me conocían todos. Opinaban, me preguntaban, pero nunca me daban tiempo a responder. Me sugirieron con una orden que fuese a la cocina y preparase café. Cuando intentaba explicar que no tomaba café debido a la crisis, empecé a sentir un miedo paralizante. Era el miedo a perder mi conjunto formado por mi televisor y mi sofá, ese conjunto sagrado al que le dedico mi ser y mi dignidad, en donde tumbo mi vida y todo mi tiempo para revolcarme y regodearme en la ignominia de mi banalidad, y me convierto en masa, y me amaso y me amaso y me fermento en más masa y más banalidad. Después de muchos ‘flashes’, fotos, palabras y, sobre todo, sonrisas, el mandamás y su corte se han ido. Yo me he visto reflejado en el espejo de la entrada. ¿Quién es esa cara de imbécil, esos labios de bobo y esa sonrisa de fantoche? No lo sé ni me importa; no quiero saber nada. Sólo quiero volver a mi sofá y a mi televisor. Ellos me explican que ha empezado una nueva campaña electoral, otra nueva fiesta de la democracia, otra orgía para otra recova, otro carnaval. Se han desempolvado las caretas, se han remozado para que parezcan nuevas, se les han pintado más brillantes las sonrisas. Ahora todos los mandamases me conocen, me dan la mano, se interesan por mí, saben mi nombre, me llenan el buzón. Se levanta de nuevo el telón. Los intereses creados. He aquí el tinglado de la antigua farsa...

*Escritor

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