Opinión | EL TRIÁNGULO

La gran fiesta

Ya lo dicen los que más saben de lo que va la vida. El mundo se divide entre los partidarios de la tortilla sin y con cebolla y, más recientemente, entre los friistas y caloristas. Es el auténtico debate en la calle y el más trascendente. Yo me posiciono claramente. Pertenezco al segundo grupo en ambos cosas. A los de la cebolla y en tirantes. Siempre. No me escondo. Suelo sentirme más cómoda en la escala de grises que en el blanco o el negro, pero en esto no. Sin dudarlo.

Parecía un debate antiguo, superado, pero no. Con los bares otra vez hasta la bandera, con los restaurantes sin una mesa libre y el ocio nocturno celebrando cada sábado como si fuera Nochevieja, una se da cuenta de la burbuja pospandemia en la que vivimos. Nos hallamos inmersos en una especie de fiesta a la que todos estamos invitados, independientemente de los ingresos, el trabajo y el estado de ánimo que tengamos. Como Sorrentino en ‘La gran belleza’, necesitamos una vía de escape a nuestra vida cada vez más rutinaria, habitualmente cómoda y ocasionalmente insatisfecha. Y encontramos en la gran fiesta ese chute de energía, frívolo pero necesario. Da igual la forma que tenga. Una cena con amigos, una noche de bailes, una excursión a la nieve o una tarde de cine con merienda incluida.

Lo importante es salir, gastar y vuelta a empezar. A eso lo fían las previsiones económicas, que aseguran, una y otra vez, lo imprescindible que es el consumo para evitar una recesión. España cerró 2022 con un crecimiento de la economía del 5,5%, una cifra superior a todas las apuntadas desde los organismos económicos internacionales e incluso a las del propio Gobierno. Creo que hasta ellos se sorprenden de que los ciudadanos sigamos soltando pasta con las hipotecas por las nubes, la cesta de la compra cada vez más cara y la luz, el gas y el combustible a precios desorbitados. Parece que tengamos una máquina de fabricar billetes en casa. Lo digo con toda la seriedad del mundo.

Y mientras los de siempre pagamos el pato, adivinen quién sigue ganando. Sí, la banca sigue haciendo públicos sus balances de cuentas y, sí, siguen arrojando cifras positivas. Todo en verde y con muchos ceros. No como las economías domésticas, cada vez más en rojo y más raquíticas. Nuestros ahorros merman en las cuentas de los mismos bancos que no paran de ganar dinero, que nos piden que sigamos gastando y que nos ofrecen créditos cada vez más caros. Porque los tipos de interés suben tras la decisión de los mismos organismos que nos animan a no quedarnos en casa y nos asustan con fantasmas económicos fruto de la caída del consumo. Una pescadilla que se muerde la cola, pero sabiendo bien quién muerde y de quién es la cola.

*Periodista

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