Opinión | Para ti, para mí

La fraternidad universal, clave para el futuro

No solo Ucrania, el mundo entero sigue con terribles heridas abiertas con inmensos sufrimientos

El mundo camina entre «asombros y escombros», instalado en el enfrentamiento y en la ausencia de diálogo, negociación y cooperación. Poco menos de un mes falta para que se cumpla un año de la invasión de Ucrania, el próximo 24 de febrero, y continúan los destrozos humanos y materiales, en una pesadilla creciente de la humanidad. El papa Francisco ha seguido de cerca los acontecimientos desde la perspectiva de padre y pastor característica de su misión. Sus pasos y decisiones en este contexto han mostrado un claro compromiso con la causa de la paz y de la justicia y sus pronunciamientos y gestos han sido claros, valientes, mesurados. Por una parte, no está omitiendo ningún esfuerzo para promover la paz, empleando una gran variedad de iniciativas diplomáticas, pasando por innumerables llamamientos a la cordura. Al mismo tiempo, ha mostrado infinidad de veces su cercanía paterna a los que sufren y su deseo de acompañarlos; así, ha enviado en varias ocasiones a representantes especiales. Tampoco ha dudado en condenar con gran claridad esta «masacre sacrílega», como la ha llamado. Al mismo tiempo, ha evitado cerrar puertas, crear nuevas enemistades, provocar conflictos con los representantes ortodoxos rusos, perjudicar lo que pueda salvarse u ocupar posiciones que no le correspondan. Asimismo, el pasado 24 de noviembre el Santo Padre escribió una carta al pueblo ucraniano, lamentando «tanta destrucción y sufrimiento». El dolor de los ucranianos es su propio dolor, y los lleva cada día en su corazón y en la oración, afirma el Papa. Además de expresar un sentimiento humano, su solidaridad tiene un significado religioso: «En la cruz de Jesús os veo, a vosotros que sufrís el terror provocado por esta agresión. Sí, la cruz que ha torturado al Señor revive en las torturas encontradas en los cadáveres, en las fosas comunes descubiertas en varias ciudades, en esas y en otras tantas imágenes cruentas que han entrado en el alma». No solo Ucrania, el mundo entero sigue con terribles heridas abiertas con inmensos sufrimientos. El papa Francisco está convencido de que solo la fraternidad universal y la filiación divina común pueden transformar nuestro mundo de hoy. La dimensión de la fraternidad universal concierne también a los Estados y a los gobiernos. Precisamente, en relación con la falta de fraternidad universal, el Papa juzga la agresión rusa «una derrota de toda la humanidad y no solo de las partes implicadas». Junto a las guerras, las oleadas de odio y de enfrentamientos, creando e imponiendo un radicalismo zafio, de banalidad intelectual y de proclamas por encima de las ideas. Sería una pena convertir una democracia liberal en un populismo que pone su argumentario en las coacciones o los gritos. Ante tantos paisajes escalofriantes, me viene a la memoria ‘La Hora 25’, novela que fue best-seller universal en 1949, en la que Virgil Gheorghiu narra la historia de un campesino rumano, Johann Moritz, sin mayores recursos, que se casa con Susanna. Ambos empiezan a construir una casa, gracias al dinero que les da Traian Koruga. Una mañana, Moritz es acusado de judío por un inmoral gendarme del pueblo, que desea a Susanna. Desde este momento, su vida será un calvario para él y todos los protagonistas. El escritor, sin miramientos, hace una disección metódica y analizada de todos los recursos de un ser humano por sobrevivir y mantener la mente despierta y lucida. Nos plantea claramente los sucesos que acontecen a todos ellos y al final con las palabras del sargento americano emitiremos un juicio ya sentenciado. En un momento de la novela, dice: «La hora 25 es la hora que sigue al momento final, cuando ya no hay posibilidad de esperanza alguna». Lástima que se repita de nuevo y tengamos que vivir esa «Hora 25», con la pérdida terrible de la esperanza y la fe. El papa Francisco nos ha señalado el camino para afrontar retos y solucionar dificultades: «La fraternidad universal, como clave del futuro».

*Sacerdote y periodista

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