Opinión | Historia en el tiempo

Putin y la historia de Rusia

La tensión entre Gran Bretaña y Rusia resurge como un elemento esencial en la contienda ucraniana

La calmosa andadura de la Historia semeja presentarse en los últimos tiempos como una constante en la trayectoria de los pueblos más descollantes. La crisis de cierta intensidad hace reaparecer algunas de sus principales líneas de fuerza y devuelve protagonismo -parcial o completo- a los caracteres definitorios o decisivos de las naciones.

Así la «Cuestión de Oriente» que en los tratados académicos y en los manuales del bachillerato del ‘beau vieux temps’ de la enseñanza media española -copiada, no se olvide, de la mejor ascendencia de la III República Francesa- ocupaba, como recordarán aún varias generaciones españolas, un lugar central, peraltado en la reconstrucción del mundo contemporáneo, retorna hodierno con toda fuerza al primer plano de l a actualidad. El grave y trascendente tema de todo el Diecinueve hasta su desembocadura en la Gran Guerra europea late con vigor en el trasfondo del desdichado conflicto ucraniano. Si a mediados justamente del ochocientos -1854/56- la guerra de Crimea se erigió en pieza crucial de todo el equilibrio continental, no es caprichoso adelantar que el enfrentamiento de la «Rusia eterna» con la no menor acendrada por el tiempo Rusia de Kiev se revelará a no mucho tardar en piedra angular del orden internacional imperante en la plenitud del siglo XXI ahora recién comenzado.

El conde suizo Gonzague de Reynold, pensador de la talla y fuste de un Alexis Tocqueville o un O. Spengler con su deslumbrante y, por desgracia, hoy semi-olvidado análisis de la civilización occidental, no tuvo empacho en reiterar que el eje vertebrador de la historia rusa descansa precisamente en la incesable reaparición de la horma y crisol de su ADN, radicado en la constante apelación a sus orígenes como fórmula infalible de supervivencia en época de dramas y de infalible fortuna en días de tormenta y aun de naufragio. La «Cuestión de Oriente» que, como es bien sabido cabe reducirla a la lucha por el dominio del Asia central y de las rutas que desde el Viejo Continente llevaban a ella -primera globalización- nutrió los hilos centrales de las cancillerías europeas, se explicitó, importa subrayarlo, como factor clave en la relación de los Romanov y la Inglaterra victoriana, hasta alzarse como actor primordial en los acontecimientos asombrosos que condujeron al imprevisible pero fatalmente trágico verano de 1914. Durante él una Rusia abocaba a un papel para el que no disponía de medios para asumirlo con perspectivas victoriosas. Las reivindicaciones eslavófilas de las irredentas poblaciones balcánicas que la reclamaban como campeona de su causa, no eran ya más que circunstanciales y forzadas gracias a una gran potencia que había dejado de serlo por su duelo colonial con Inglaterra.

Un siglo más tarde, la tensión entre Gran Bretaña y Rusia resurge en la palestra mundial como un elemento esencial en la contienda ucraniana. Pero en lo transcurrido hasta el momento, el rechazo de las fuerzas armadas inglesas y de sus altos mandos frente a la Rusia de Putin se manifiesta como un dato de capital importancia, según se recordará ya en un próximo artículo.

*Catedrático

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