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Animalización humana o humanización animal

«Y es que la pandemia disparaba más de un 40% el número de animales de compañía en España»

Lo bueno, a veces no tanto, de surfear las redes sociales es que nos mueve a reflexionar ideas, costumbres y actitudes que nos rodean, pero que quizá no hemos sido capaces de madurar, bien por falta de interés, por despiste o que forman ya parte de nuestro imaginario y de nosotros mismos. «En la medida en que personalizamos a los animales, el hombre se animaliza. Y viceversa, en la medida en que el hombre se animaliza, tendemos a personalizar a los animales», rezaba un tuit del obispo Munilla.

Demoledora la sentencia en estos días pues toca directamente a un hecho social que está tomando unas dimensiones desorbitadas, me refiero a la posesión de mascotas. Ataque cruel en la línea de flotación de la sociedad del siglo XXI de la que ya forman parte millones de mascotas y cada día más. Y es que la pandemia disparaba más de un 40% el número de animales de compañía en España, anunciaba a toda plana un diario hace ya algunos meses. El INE nos dice que casi 7 millones de perros y casi 6 millones de gatos pueblan las calles de nuestras ciudades; en cambio, la natalidad ha descendido un 30%.

Sobrepasada la pandemia (o mejor dicho, resignados a convivir con una nueva enfermedad) vemos cómo ha crecido exponencialmente el número de animales por las calles, de los de cuatro patas me refiero, cuyos dueños reclaman derechos y espacios para ellos. Circulan con aspectos variopintos y cuidados tan esmerados que parecen querer imitar a sus dueños. La inversión en un perro hoy en día puede ascender a los 125 euros al mes, según el tamaño, raza y necesidades del can. Dicho de otro modo, un perro es otra boca más en casa; y si hay una boca más, habrá que echar cuentas. Parafraseando al cómico José Mota: «Las gallinas que entran por las que salen»; es decir, perros que entran, hijos que salen.

Si los perros llegan a casi ocho millones, hoy, los menores de 14 años, se quedan claramente a la zaga. El género humano ha optado por criar animales en lugar de personas. Razones, miles: «es más económico criar un perro», «no me gustan los niños», «no puedo tenerlos», «la situación mundial no es buena...». Ya es una realidad que en los parques se escuchan más ladridos que gritos de niños; hay más ZEC (Zonas de Expansión Canina) que circuitos para correr.

¿Qué hay de verdad en las palabras que me movían a esta reflexión? ¿Estamos animalizando la sociedad? ¿Estamos restando libertad a los animales para paliar carencias humanas? ¿Hasta qué punto es moral jugar a ser Noé con las mascotas? ¿Cómo gestionar la convivencia entre animales y humanos en ciudades que no fueron diseñadas para ello? Son muchas las cuestiones que nos pueden asaltar.

No hace mucho, cuando se decidía tener un hijo, se ponían en la balanza los pros y los contras. Un niño necesita atención, cuidados, dinero para su alimentación, educación o vestimenta; muchos costes económicos, emocionales y vitales que se solventaban diciendo: «¡...y lo hermoso que es querer a un hijo!». Entonces, ¿qué ha ocurrido? ¿Es tan brutal la crisis que ya no podemos mantener un hijo o es que ya los hijos no dan satisfacciones ni demuestran su amor? ¿Qué nos hemos perdido? Quizá hemos sido demasiado «generosos» y ese amor ha sido sustituido por una pantalla o por más «libertad» para el crío. Ahora toca lamentarse... y comprarse un perro.

*Profesor del Colegio Trinitarios

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