Diario Córdoba

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Francisco García-Calabrés

Pilares de la democracia

La vitalidad de la democracia se cuestiona hoy en múltiples países por causas muy diversas

Como cada 15 de septiembre desde el año 2008, acabamos de celebrar el Día Internacional de la Democracia, conforme a la petición y mandato de la Asamblea General de Naciones Unidas, impulsado por la Unión Interparlamentaria que comandara desde Filipinas su entonces presidenta Corazón Aquino. Una buena ocasión para lanzar algunas reflexiones por las que atraviesa esta forma del gobierno del pueblo, por y para el pueblo, como la definiera Abraham Lincoln.

Si partimos de que, en cualquier Estado, la autoridad del gobierno solo puede fundarse en la voluntad del pueblo expresada en elecciones auténticas, libres y justas, no cabe duda que vivimos en un sistema democrático, aunque nada que ver con aquella democracia asamblearia de la Grecia clásica. Como declara el artículo 11 de la Declaración Universal de la Democracia, la misma está basada en el derecho de todas las personas a participar en la gestión de los asuntos públicos; por ello requiere la existencia de instituciones representativas en todos los niveles, y en particular el Parlamento, representativo de todos los componentes de la sociedad y dotado de poderes y medios para expresar la voluntad del pueblo legislando y controlando la acción gubernamental. Es decir, la democracia se basa en 3 pilares: el derecho a la participación popular en la vida política y a elegir libremente a sus representantes. En el respeto a un Estado «social y democrático de Derecho», donde nadie está por encima de una ley que proteja los derechos fundamentales de las personas. Y en tercer lugar, en un sistema de controles y contrapesos al poder que sean independientes y sirvan de garantes del ordenamiento jurídico, y del respeto a los derechos y libertades de todos, incluidas las minorías.

La vitalidad de la democracia se cuestiona hoy en múltiples países por causas muy diversas. Por ejemplo, los índices de transparencia en el control y gestión de las instituciones que emplean fondos públicos tratando de prevenir corruptelas, nos alejan o acercan de una democracia más plena. Según Transparencia Internacional, España está en el lugar 14 de los 27 estados de la Unión Europea, al nivel de Lituania, descendiendo varios puntos el último año. Otro de los lastres propios, es la insumisión legal, que se consienta abiertamente el incumplimiento de las sentencias de los tribunales y la aplicación del ordenamiento, como ocurre por ejemplo en Cataluña con el 25% de enseñanza en lengua española. Otro de los problemas es inhibir a los ciudadanos de su papel corresponsable en la gestión de los asuntos públicos. Y esto lo vemos en nuestra sociedad, a diferencia de otras, cuando por ejemplo no resulta consultada a través del mecanismo del referéndum legalmente previsto. Desde la aprobación de la Constitución en 1978, solamente los ciudadanos han sido 2 veces consultados: para la OTAN en 1986 y sobre la Constitución Europea en 2005.

Tampoco la iniciativa legislativa popular tiene éxito en España, y no porque los ciudadanos no quieran ni se prevea legalmente, sino porque los partidos políticos neutralizan los esfuerzos y demandas ciudadanas que apenas llegan a trámite en el Congreso.

La partitocracia es otra de las amenazas del sistema democrático, cuando los representantes se atribuyen más potestad que los representados, y se constituyen en sistemas jerarquizados de ejercicio del poder que, además, tratan de copar las instituciones civiles. De otro lado, la ignorancia y la manipulación del electorado también se ceba contra el sistema: ya decía Churchill que el mejor argumento contra la democracia es una conversación de 5 minutos con el votante medio. La turbulencia de los demagogos derriba los gobiernos democráticos, afirmaba Aristóteles. Finalmente, la separación de poderes y los mecanismos de contrapesos son otra regla básica, muchas veces discutible en nuestro entorno, como se acredita hoy con la polémica en la renovación del Poder Judicial y las advertencias de la Comisión Europea para alcanzar mayor independencia en la cúpula judicial. La democracia es un derecho, fruto de la conquista de las sociedades. Pero no es perenne, sino que cuando no se aprecia y se exige, se pierde. El mundo está lleno de ejemplos de democracias blanqueadas que no lo son.

* Abogado y mediador

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