Diario Córdoba

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Desiderio Vaquerizo

A PIE DE TIERRA

Desiderio Vaquerizo

La lacra del suicidio

Es urgente un plan de prevención específico frente al aumento de ideas o tendencias autodestructivas

El suicidio, como salida extrema frente a la incapacidad de soportar el peso de la vida, no es exclusivo de nuestros días. Por el contrario, existen testimonios sobre el mismo desde hace miles de años. En Roma, cuando la epigrafía recoge un fallecimiento de carácter singular suele ser debido a muerte en combate, enfermedad -incluidos los errores médicos-, parto, accidente, asesinato, y por supuesto suicidio, sin que falten los casos de violencia domésti¬ca. Y. Grisé, gran estudiosa de esta práctica en el mundo antiguo, defiende, en contra de la tradición historiográfica al uso, que en absoluto se puede hablar de una tendencia suicida generalizada entre la sociedad romana. Tal forma de poner fin voluntariamente a la existencia alcanzó su cenit entre los años finales de la República y los inicios del Imperio (en esencia, siglos I a.C. y I d.C.), y aunque no de forma exclusiva por cuanto existen datos sobre todos los estamentos sociales -si bien, como es lógico, las fuentes escritas son menos prolijas cuanto más baja es la condición social de los aludidos, que sólo recuerdan cuando sus muertes tuvieron algún componente anecdótico, debe considerarse una costumbre predominante y casi definitoria de las clases acomodadas, que lo utilizaron como una forma digna de poner fin a sus días con honor y cierta dignidad, burlando con ello al destino, las armas del enemigo, o la temida y deshonrosa humillación.

Fue bastante frecuente, de hecho, el liberum mortis arbi¬trium, o «suicidio-ejecución», con el que se daba apariencia social de voluntariedad -habitualmente para evitar reacciones indeseadas ante la popularidad del personaje en cuestión- a una muerte que en realidad obedecía a una condena y una orden terminantes. Destaca al respecto la figura del cordobés Lucio Anneo Seneca. Filósofo estoico, en cuyos posicionamientos conviven ingredientes pitagóricos, cínicos, platónicos y escépticos, de renombre y gran éxito en su época, defiende en su obra el suicidio como un derecho natural del hombre. Fue senador y preceptor de Nerón, quien, paradójicamente, acabaría obligándole a quitarse la vida. Terminó así transgrediendo su propia filosofía, pues según él cada uno debía poder elegir en libertad cuándo y cómo morir (Cartas a Lucilio, 26); una postura contraria, insisto, a la opinión mayoritaria entre los romanos -heredada a su vez del mundo griego-, que condenaba el suicidio como una forma de conculcar el orden natural de las cosas.

Si un individuo no era enterrado conforme mandaban los cánones, garantizando su regreso a la tierra, su alma se veía condenada a vagar por los siglos de los siglos, privándola con ello del merecido descanso. Tal ocurría con los condenados a muerte, los insepultos y también los suicidas -que solían ser sepultados en áreas funerarias diferentes a las sagradas y normativas, tal como ha venido ocurriendo en nuestros propios cementerios hasta hace sólo unas décadas-, en particular los ahorcados o los ajusticiados en la cruz, muertos en condición impía al sustraerse en sus últimos momentos de la conexión con la tierra. De ahí el horror que suscitaban, lo que explica que debieran ser inhumados en el plazo máximo de una hora desde el momento en que tenía lugar la denuncia de la muerte, so pena de fuertes multas. Lo especifica un epígrafe recuperado en Pozzuoli (antigua Puteoli, en el Golfo de Nápoles), que recoge la concesión del servicio por parte de la ciudad a la empresa local de pompas fúnebres (libitinarii).

Hoy, por desgracia, el suicidio vuelve a estar muy presente en nuestro día a día, en parte debido a las consecuencias desastrosas que han provocado en la mente de muchas personas las situaciones de encierro y soledad generadas por la pandemia, aunque no solo. En 2021 se quitaron la vida oficialmente en España más de 4.000 personas, cifra estremecedora por sí misma que, además, deja fuera a otras 6.000 cuya muerte, en apariencia accidental, podría haber sido intencionada. Y lo peor de todo es que en los últimos tiempos se ha ampliado la franja de edad de quienes ven en el suicidio una solución al dolor o a su angustia existencial, y se han duplicado los números entre los menores de 14 años. En la franja de entre los 15 y los 20 era ya desde hace tiempo la primera causa de muerte no natural, si bien existe cierta tendencia a cubrir el tema con un velo de silencio a fin de evitar el efecto emulación, mayor hoy, cuando las redes sociales ejercen una influencia tan enorme -y con frecuencia maligna- en muchos de nuestros jóvenes. Es urgente, pues, un plan de prevención específico. De momento contamos con un teléfono gratuito (024), activo las 24 horas los 365 días del año y atendido por personal especializado, al que pueden llamar en busca de ayuda no sólo las personas que tengan ideas o tendencias autodestructivas, sino también los familiares o amigos que las detecten en alguien de su entorno. Se podrían evitar de esta forma muchas muertes, al tiempo que se estaría activando la defensa más efectiva frente a esta terrible lacra: que los afectados se sientan queridos y encuentren a través del cariño la motivación para seguir viviendo.

* Catedrático Arqueología de la UCO

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