Diario Córdoba

Diario Córdoba

Miren Uruburu

LA RUEDA

Miren Uruburu

Racismo en cuarentena

No le hables en portugués», me ordena una paisana de una aldea del norte cercana a Portugal, refiriéndose a mi hijo de dos años, con el que hablo en portugués por decisión propia. «Mi hijo iba a estudiar portugués en el instituto, pero le pegué dos gritos y decidió elegir francés», comenta a un compañero de trabajo (y yo tengo la desgracia de escucharlo) el padre de un estudiante de Secundaria de una localidad fronteriza del sur de España. «Mira ese, parece un tonto, parece un portugués», dice alegremente una señora mayor mientras caminamos con una amiga en común por el paseo fluvial del mismo pueblo en el que desaparece de las aulas el portugués porque siempre ha habido padres que piensan como el anterior. La señora mayor es amiga del grupo de mujeres que recuerda que sus progenitores no les dejaban tener novios portugueses «por nada del mundo». «Yo a Portugal solo pienso volver para invadirlo», dice, y asegura que no es de broma, un hombre que cruzó el país vecino para viajar al norte de España en el puente de diciembre. «¡Qué asco, ya está esto otra vez lleno de portugueses!», escucho que le dice una vecina a otra refiriéndose a mí y a mi hijo cuando volvíamos para casa hace unos días.

Ahora que Europa está en guerra y viendo la forma en que los ciudadanos polacos se están volcando con sus vecinos ucranianos, a los que han abierto las puertas para que se instalen o crucen hacia otro país, me pregunto cómo se comportaría ante una situación parecida el grupo de españoles que, por desgracia, continúa haciendo gala de su desprecio y sentimiento de superioridad hacia nuestros hermanos portugueses. Paisana, hablo en la lengua que quiero. Señor, deje que su hijo elija estudiar también lo que quiera. Señora, ¿llamaría tonto a su propio hermano? ¡Qué pena que sus padres, señoras, no les permitiesen escoger al amor de su vida! Cuidado con lo que dices, amigo, pues, con lo que está haciendo Putin, eso puede sonar a blasfemia. Y, en fin, vecina, lo que da asco es el racismo. Y, curiosamente, este racismo parece estar en cuarentena estos días, en que, debido a la huelga de transportes, los españoles están cruzando la frontera para comprar los alimentos que aquí empiezan a escasear: si fuese al revés, ¿quién aguantaría vuestros disparates?

** Lingüista

Compartir el artículo

stats