Han transcurrido dos años desde que la crisis epidemiológica del covid-19 se declarara a nivel mundial y parece que la vida comienza a retomar la «normalidad». Han sido dos duros años que probablemente sean difíciles de borrar de nuestra memoria en varias décadas. En este tiempo, numerosas personas han padecido la enfermedad en distinto grado, demasiadas familias han perdido a sus seres queridos, se ha sufrido quiebra de empresas, ertes y pérdidas de empleo y poder adquisitivo, y, en general, nuestras relaciones sociales y familiares han estado limitadas, cuando no erosionadas.

Después de la sexta ola, con la bajada de la curva de incidencia del covid y los casos registrados de personas hospitalizadas, se respira un aire diferente. El relajamiento en la curva de casos por coronavirus, debido a la vacunación del 82% de la población y las medidas de prevención adoptadas por las autoridades sanitarias, permiten vislumbrar con esperanza un nuevo horizonte. En Navidad ya se respiraba fiesta en la hostelería, los reencuentros familiares se pudieron recuperar, test mediante, y los primeros botellones anunciaban un cambio de tendencia, después de múltiples restricciones y varios confinamientos.

Quienes se han encontrado estos dos años trabajando en casa vuelven a perder el miedo al covid y muestran su deseo de volver a sus puestos de trabajo. Lo mismo ocurre en la Universidad, que en febrero recuperó todas sus clases presenciales en grado y postgrado, siguiendo el ritmo normal de las enseñanzas, los debates y las conversaciones en las aulas y los pasillos. Y los estadios deportivos vuelven a aumentar su aforo para darle vida a la afición y sus equipos.

Hoy podemos planear nuestro horizonte próximo con alguna más certidumbre. Se hacen planes para el calendario festivo que tenemos por delante, incluso con el anuncio de hacerlo sin mascarillas en zonas de interior. Oteamos con mayor tranquilidad hacia la Semana Santa, la Cata, las Cruces, la Fiesta de los Patios y todo el programa cultural y festivo estival, que tanta falta nos hace para alimentar nuestras emociones y lazos sociales y familiares. El sector de la hostelería se abre a la fiesta y hace gala de todos sus preparativos, esperando poder cosechar lo que en estos dos años ha perdido. Los turistas vuelven y esa es una buena noticia para ciudades como Córdoba, tan dependientes económicamente de esta actividad.

Hemos llegado al final del túnel deteriorados emocionalmente y socialmente

Pero no todo es folclore, no nos engañemos. Hemos llegado al final del túnel deteriorados emocional y socialmente. El número de peticiones de atención psicológica por trastornos del sueño, la depresión y la ansiedad han aumentado de manera exponencial en este tiempo, un 30% con respecto a hace dos años, según el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental. Especial atención requieren los problemas psicológicos y psiquiátricos que arrastran tras este periodo los más jóvenes.

El número de personas en situación de pobreza social severa se ha cuatriplicado después de la crisis epidemiológica, según anunciaba el informe de la Fundación Foessa presentado recientemente. El porcentaje de población en situación de carencia material ha aumentado casi un 50%, que, según este informe, apunta a Andalucía como una de las comunidades más afectadas. Y, por si fuera poco, las condiciones de trabajo se han precarizado, cebándose en una vuelta de tuerca más sobre la población más joven y las mujeres. A este respecto, según el último Barómetro de Opinión Pública del Centro de Estudios Andaluces, el paro sigue siendo el principal problema de Andalucía para algo más de la mitad de la población (52%). Y, a la par, 4 de cada 10 personas se siente poco optimista sobre su futuro, una proporción demasiado elevada. En cuanto a la situación económica, la mayoría piensa que su situación no cambiará (52%) o irá a peor (15%), mostrando así una situación poco halagüeña. 

Como colofón, el contexto que nos dibuja el momento actual, a causa de la invasión de Rusia sobre Ucrania y el incremento del coste de las energías y los productos básicos, está cayendo como una loza sobre nuestras cabezas. Cuando creíamos salir del túnel, nuevas incertidumbres y dificultades se presentan. De acuerdo con el citado Barómetro de Opinión Pública del Centra, la subida de los suministros (luz, agua, gas…) representa una preocupación ya para el 55% de la población, a la que le sigue la preocupación por la subida de los combustibles (gasolina o gasoil) y la de los alimentos y la ropa, que preocupan a más de un 30% de la población andaluza. Así las cosas, la crisis epidemiológica se va, sí, pero no nos deja solos, sino con otro manto de preocupaciones. No extraña que 6 de cada 10 andaluces consideren que no es momento de convocar elecciones en Andalucía, sino de ofrecer una mínima estabilidad política el resto de legislatura autonómica. 

(*) El autor del artículo es profesor titular de Sociología de la Universidad de Córdoba