Con motivo de la próxima celebración del día de Andalucía, hoy se entregan en nuestra ciudad las banderas que reconocen la excelencia en el trabajo y el compromiso de instituciones, profesionales, colectivos, emprendedores, artistas, investigadores, filósofos o deportistas, que en ámbitos muy diversos han destacado por todo lo que nos aportan en la construcción de una sociedad mejor. Reconocimientos que encontrarán su punto álgido el próximo lunes en el Teatro de la Maestranza con las entregas de las medallas de oro de la Comunidad. El denominador común en ambos casos es reconocer a personas y entidades «que han destacado por su trabajo en beneficio de la sociedad y representan de manera ejemplar los valores de nuestra comunidad autónoma» como indicó el Delegado del Gobierno de la Junta, Antonio Repullo, señalando el talento, el compromiso y la capacitación que atesoran los premiados de este año y que constituyen la base sobre la que se sustenta el crecimiento, el desarrollo y la transformación de Andalucía.

Todos estos nombramientos y distinciones, sin duda son un faro de luz que pone por delante la realidad común de miles de personas en nuestra tierra y que nos remarca lo necesario que resulta hoy destacar la ejemplaridad de tanta buena gente que hace mejor nuestra vida. Precisamente tiene más valor, en estos momentos de tantas sombras, en que falta tanta ejemplaridad en la vida pública. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Se preguntan muchos ciudadanos, cuando se conocen tantos casos de mordidas en la contratación pública, de colocación a dedo de familiares y enchufados en administraciones o agencias públicas, del pulular de los comisionistas que sacan suculentas tajadas con el dinero de todos, los espionajes ilegales, las adjudicaciones y contrataciones directas o camufladas vulnerando la legalidad, el cobro indebido de dietas, entre otras muchas corruptelas y pillerías que terminan en los tribunales, además de todas las deslealtades y venganzas que llevan al escarnio del adversario ante el sonrojo colectivo. Prácticas que nos enseñan toda la mezquindad del ser humano, y que gradualmente se van mimetizando en el paisaje cotidiano, creando una metástasis dañina y creciente ante una ciudadanía distante y cansada, que necesita y quiere seguir creyendo que la inmensa mayoría de sus representantes públicos son leales y ejemplares en su labor, como lo muestran a diario en tantas localidades de nuestra geografía y en responsabilidades tan dispares.

En su libro ‘Ejemplaridad Pública’ el premio nacional de ensayo Javier Gomá propone el ideal de la ejemplaridad pública, igualitaria y secularizada, como principio necesario y organizador de la democracia moderna, en la convicción de que, en esta época postnihilista, en la que autoritarismo y coerción han perdido su poder cohesionador, solo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, generador de costumbres cívicas, es capaz de promover la auténtica emancipación del ciudadano. Una sociedad decente no sólo requiere de buenos profesionales sino, necesariamente, de profesionales buenos, en todos los sectores y actividades. Solventes y de principios que contribuyan a ordenar una sociedad justa, libre y próspera. Y en eso, todos los galardonados estos días nos preceden con la ejemplaridad de sus obras, que acertadamente son reconocidas como el espejo en el que nos queremos mirar. Tenemos que pasar del mundo de la estética, del postureo y la fotogenia, a la ética y al liderazgo de los valores en todo tipo de relaciones humanas. Cuando tantas veces nos parece que poco podemos hacer, no tiremos la toalla, la sociedad civil enarbola hoy la bandera de una ejemplaridad real y posible, que nos estimula y nos enseña el camino a seguir. Aprendamos todos la lección.