Siempre he dicho que, desde la infancia, hay que educar en la cultura, el civismo y la ecología. Ello sería contenido para una materia tan importante como todas las otras en el decurso curricular de bachillerato.

Según se eduque hoy a los chicos y las chicas, depende lo que sea la sociedad del futuro, evidentemente. Y la cultura, el civismo y la ecología, pueden ser factores que contrarresten otros elementos de descomposición de la gente joven.

Vivimos en una ciudad maravillosa. En ella no hay, que yo sepa, agricultura intensiva, ganadería intensiva, industrias contaminantes -salvo la dichosa cementera, que no debería estar ahí-. Los precios son asequibles. Disfrutamos de buena cobertura de alimentación. No tenemos inseguridad ciudadana. No hay raves, ni botellones masivos...

El ser una ciudad humilde tiene sus ventajas: la de vivir en los años 70 del siglo XX, quizás la mejor etapa de la cultura occidental, unida a los 60, 80 y 90... No más, pues, entre otras cosas, en esa época había empleo estable y el dinero servía para algo.

Córdoba es un enclave de tradición desde tiempos muy remotos, como crisol de culturas. Tiene una hermosa Judería, y... -a esto voy- una Sierra bellísima.

Pues bien: paseo por esa sierra, por la zona del Patriarca, y la encuentro a diario llena de restos de plásticos y de basuras, que van colonizando poco a poco las zonas más recónditas de un paraje admirable. Y plagada de mascarillas desechadas. Son los jóvenes de botellón, y son los domingueros. No hay focos cercanos donde echar esos desperdicios, es verdad, pero también es cierto que esos focos no se usan. Y las basuras, que desaparecen misteriosamente en la mañana, quizás son quemadas en vez de recogidas, porque Sadeco no acerca esos contenedores. Y así se quema plástico PVC que es altamente contaminante y cancerígeno. Me consta que lo mismo puede suceder en otros puntos verdes de la ciudad.

Y no hablemos hoy de los jóvenes en las motos ruidosas, a escape libre, que hacen el caballito en la madrugada del verano, generando insufrible contaminación acústica...

Espero que, ahora que se va a desarrollar un nuevo programa en esa zona, como parque protegido, haya guardas que vigilen el cumplimento de las normas de sanidad e higiene. Bastaría con eso. Y quizás con multiplicar los focos de recogida de basuras en ese entorno. Un entorno maravilloso y bellísimo, el de nuestra Sierra Morena, al que cantara Cervantes, y al que cantó Ricardo Molina.

Me pregunto si queremos amar a nuestra ciudad.

Me pregunto por qué, siendo un lugar admirable, con una gran calidad de vida, ni ciudadanos ni cargos toman medidas para evitar esta descomposición de un lugar único. Cuando todo, en el fondo, es una cuestión de eso: de cultura, civismo y ecología.

Me pregunto si queremos seguir siendo, como algunos, simplemente esto: atrasados y sucios. O si estamos dispuestos a apreciar la belleza de esta ciudad, única por su historia y por su entorno.

Me pregunto si queremos seguir siendo, como algunos, sucios.

*Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba y escritor