Una leve gasa azul, rosa y lila se va insinuando por el estrecho horizonte de nuestra ventana. Aún persiste el frío de la madrugada, pero la vida nos va a regalar otro día, otro azul, otra manera de esperar, confiar y desear. Amanece. Todavía persisten las neblinas del sueño, los restos que algún pensamiento o algún insomnio nos han dejado en el corazón. La mente se va desperezando, luego se irá desesperando, pero ahora aún conserva cierta dulce tibieza del cuarto, aún se recrea en el calor de las sábanas. ¿Qué traerá hoy la vida? Se encienden las noticias. Y de pronto, con la violencia de un dique retenido durante tiempo, salta la ola, el tiempo, el exterior. Estaban aguardando los buitres, allá en los altos riscos de la noche; las hienas, con su hambre de sacarnos la vida antes de estar muertos. Una música tras otra, una voz tras otra, a cuál más fuerte, más incisiva y más agresiva. Todos van extendiendo ante nuestra alma aterida, recién despierta al nuevo día, la inquietud de que nos van a resolver todos los problemas si compramos, si corremos, si consumimos. Nos dicen que somos tontos porque no nos hemos hecho tal seguro, o no vamos a realizar tal viaje, o no vamos a invertir en no sé qué negocio. Todos tienen en sus manos los secretos de nuestra felicidad, hasta de nuestra inmortalidad. Llegan a la osadía de querernos vender un seguro de vida. ¡Asegurarnos la vida! ¿Nos hemos parado a oír bien? Todo es lo mejor para nosotros en rentabilidad, comodidad, prestigio y, sobre todo, seguridad; todos nos ofrecen toda la seguridad. Nos hablan a voces, precipitadamente, para aturdirnos en los veinte segundos que poseen. Luego, cuando vayamos a comprar, seremos nosotros los que paguemos esa publicidad. Y aquí abajo, en el mundo de los mortales, tan lejos de esa montaña donde moran todos nuestros dioses, el transcurrir de otro día, el mirar a nuestro alrededor de la cocina, del baño, y no ver esa felicidad que nos prometen; sólo contemplar que viene otra factura, que no nos alcanza para el recibo de la luz, que viene otro virus, que nos vuelven a engañar y engañar, a sangrarnos a grandes sorbos, a adelgazarnos a grandes tajadas de carne, de tiempo, de vida. Y una cola, otra cola, otro trámite, otro miedo, otra soledad. Sí, amanece otro día aquí abajo.