Siempre se ha dicho que algunas instituciones u organizaciones tienen fecha de caducidad, una vez cumplida la misión para la que fueron creadas o bien han sido suplidas por otras más modernizadas. Sí, es cierto que los sindicatos han sido vituperados, y que más de uno ha deseado su desaparición. Mas los sindicatos se encuentran construidos sobre un trabajo que incluye a los trabajadores y no trabajadores, nacionales e internacionales. Con la pandemia puede decirse que han estado algo confinados, pero no muertos, como han demostrado en la negociación de la reciente reforma laboral, donde su presencia se hace imprescindible, representando a los trabajadores a quienes afecta. Aunque parezca insignificante lo pactado, por experiencia sindical, sé lo difícil que es las negociación, y que siempre para unos el vaso está medio lleno ,y para otros el vaso está medio vacío, luego paradójicamente «estamos de acuerdo», calificando los desacuerdos como normales y legítimos.

Laurente Berger, secretario de la CFDT (Confederación Francesa de Trabajadores), advertía de que el sindicalismo es mortal si no tiene capacidad de adaptarse a un mundo que cambia rápidamente. En la crisis de salud que está dividiendo al país, el sindicalismo casi muere. La estrecha relación que está tratando de contactar con los empleados ha sido cortada, más de la mayoría de ellos se han encontrado parcialmente desempleados o el teletrabajo y por lo tanto fuera de la empresa. El sindicalismo muere cuando se limita a denunciar, a indignarse, sin dar jamás resultados que mejoren, aquí y ahora, la situación de los trabajadores. El sindicalismo muere cuando muestra su impotencia y se encierra en la espiral del radicalismo estéril. El sindicalismo es mortal, pero no si mantiene su identidad y presupuestos básicos. El anuncio de una reforma por día es del mismo orden que el anuncio de una manifestación por día: es parte del movimiento pero no de transformación social por quienes hacen las reformas sin olvidar que lo que amenaza a nuestras democracias es el declive de la solidaridad. Por último, al igual que otros actores políticos y sociales, los sindicatos han de adaptar su funcionamiento, urgente y en profundidad. La nueva norma aprobada no es una derogación de la actual legislación laboral, como demandaban los sindicatos, aunque, entre otros puntos, sí recupera la ultraactividad de los convenios hasta que no se negocie otro nuevo, dar prioridad al convenio del sector sobre el de empresa en materia salarial, o limitar la subcontratación para tratar de que no tengan manga ancha a la hora de devaluar los salarios de estos trabajadores, se aplicará el convenio del sector sobre el de empresa. Ahora toca la vigilancia de que se cumplan y remar contra corriente.