Hoy es Nochebuena y esa es la noticia que recorre el mundo de extremo a extremo. Ya sé que, quizás, en este escenario concreto de nuestra vida aparezca tal vez con menos brillo y menos bríos, como más apagada y entristecida este año. Una Navidad con sordina, que se ahoga entre la confusión del momento, entre el alarmismo de los contagios, el espectáculo de la mediocridad, los enfrentamientos estériles, la descreencia de muchas personas, los bulos del veneno y el engaño, el hastío y la falta de ilusión que nos arrastra, la preocupación por el campo, por el comercio, por los autónomos, por los sanitarios, por el futuro de nuestros hijos y nuestras pensiones, por la España vaciada, por la insostenibilidad de un mundo que camina hacia su propio precipicio, y tantas cosas más. Es verdad que estamos en el año top de las depresiones y los ansiolíticos, de los suicidios, de muchas familias rotas. Veo a mucha gente, siempre demasiada, derrumbada, enarbolando la bandera blanca de la derrota.

Pero esta noche, sobre todo, amigo lector, es Nochebuena. Antaño hasta las peores guerras se detenían, hasta los enemigos más enfrentados se daban una tregua en sus rencores y odios. No podemos contabilizarla como una hoja más del calendario, pues no sabemos cuántas más dejarán su huella en los surcos de nuestra historia personal: ¡hemos visto marchar para siempre a tanta gente ya!. Por eso, más allá de esos problemas que te acucian, de tus inseguridades y miedos, de tus desdichas, de ese hartazgo continuado por tantas cosas que te lastran, de esos años que te pesan, de todo cuanto te fue negado y recuerdas, de esas ofensas que aún no cicatrizaron, de esas pequeñas grietas que van haciendo mella en tu cuerpo y tu alma, te invito a que celebres hoy una Nochebuena más de verdad y más auténtica. No como un refugio pasajero, ni una jornada virtual de postureo on line, ni como un producto de la mercadotecnia que nos invade. Sino a que vivas esta Nochebuena como una vacuna de esperanza, como un punto de inflexión en la curva de las estadísticas y de los afanes personales, como un basta ya de lamentaciones inútiles, como un abrir caminos y puertas al encuentro y al abrazo, como un despertar de lo sencillo, de valorar lo que tienes más cerca, de gustar sin contemplaciones esa vida que en cada momento se nos regala por empinada que parezca la cuesta.

Desde hace más de dos mil años, y a pesar de todo, hoy es Nochebuena. Como una antorcha para alumbrar de esperanza tantos rincones vacíos, para dar compañía a tantas soledades involuntarias, para poner luz sobre tantas sombras que nos acechan, para dar sentido y terminar con tantos fantasmas que nos persiguen. Hoy es el día mundial de la ternura y la esperanza. Una invitación a levantar la vista de lo urgente y lo inmediato, para mirar lo importante, para calibrar tu entorno y tus latidos a la luz de un humilde pesebre que siempre nos mira con ojos nuevos, que siempre nos pilla con el paso cambiado, incrédulos sin posada ni hospedaje que ofrecer. Que siempre nos desarma con su alegría, que nos desnuda con su verdad, que nos interpela con su plenitud, que nos acompaña con su sencillez, que nos envuelve y comprende con su amor. Sin prevenciones ni pretensiones, sin trampas ni trucos, sin dogmas ni fanatismos, sin sorteos ni adornos, sin excusas ni pretextos porque sabemos que al final el mundo es aquello que tú deseas y construyes con tus propias obras. Desde este rinconcito del universo y de la historia, desde estas líneas que te miran y reconocen más allá de los envoltorios, hoy para todos, para ti, para los tuyos, ¡feliz Nochebuena!

*Abogado y mediador