En España ya es habitual que se ataque con violencia a una gente reunida para charlar de la Constitución y que nos parezca normal. A mí no me lo parece y por eso escribo este artículo: no me gustan ni la arbitrariedad ni esa doble vara de medir. Si hoy se hubieran reunido en Madrid un grupo de independentistas para hablar del proceso al que están abocando a la mitad de su población que no piensa como ellos, y una multitud de energúmenos de extrema derecha los atacara hasta el punto de requerir la intervención de la policía, al día siguiente todos los telediarios estarían abriendo con las declaraciones de condena de todas las fuerzas políticas. De hecho ya pasó en 2013, cuando veinte cabezas rapadas o similares reventaron un acto en el Centro Cultural Blanquerna. Aquello fue objeto de una condena unánime necesaria, pero no olvidemos que eran veinte tíos. Sin embargo, cien estudiantes atacan literalmente al acto de la plataforma estudiantil S'ha Acabat! en la Universidad Autónoma de Barcelona para defender la libertad de expresión en Cataluña, y aquí nadie condena nada.

¡Fuera fascistas de la universidad!, era el original grito de la muchedumbre. Joder con los fascistas. Una gente que va allí a hablar y escuchar, pero tiene que ser escoltada por los mossos de squadra ante las agresiones y las amenazas de los cien estudiantes no sé si de extrema izquierda, de extrema empanada mental o de extremo fascismo, si como fascismo entendemos ya la imposición del deseo propio a los demás por medio de la fuerza. Que sí, que estaban allí Ciudadanos, PP y Vox. ¿Eso justifica que se les ataque? Por supuesto, han lanzado también botes de humo. La violencia es violencia ante cualquier víctima. Diferenciarlas para legitimarlas puede ser un truco que quede bien en la charla durante el botellón hippiesco, pero no es verdad. ‘La UAB será la tumba del fascismo’, gritaban los iluminados al tensar el cordón policial. Pero criaturas, si los fascistas sois vosotros.

*Escritor