Opinión | el cuerpo en guerra
'Una interpretación' 20 años después
Hace 20 años, un jovencísimo Joaquín Pérez Azaústre que se hacía poco a poco madrileño, que ya había pasado su etapa en el colegio mayor mientras «estudiaba» Derecho pero que principalmente escribía y escribía, se había hecho con una habitación en la Residencia de Estudiantes de Madrid, por donde pasaron Lorca, Dalí, Buñuel o Severo Ochoa, entre otros. Allí recibía la noticia de que su poemario ‘Una interpretación’ se había hecho con el Premio Adonais 2001, uno de los galardones de mayor trayectoria y prestigio en el panorama nacional.
Se abría paso entonces en la escena poética un joven diamante que ya había comenzado a pulirse. Fuerte, decidido, con un estilo y una voz propia, como demostraba en ‘Una interpretación’. Esta semana ha presentado en Córdoba acompañado de su fiel amigo José Luis Rey la reedición del que fuera su primer poemario, en el que advertimos una mirada sensible, aguda, valiente y fresca.
El enfoque que a principios de los dosmiles resultaba insólito –una muchacha que despierta en plena posguerra– continúa siéndolo 20 años después, como podemos constatar en la muy cuidada edición de Esdrújula, con Mariana Lozano Ortiz al frente. Viene acompañada de una serie de textos que lo abrigan y recalcan su singularidad: un preámbulo con la visión del maestro Pere Gimferrer, otro texto de la compañera de generación Raquel Lanseros y un epílogo que ha sido para mí todo un honor escribir, como poeta joven que toma el testigo. Cuando leí ‘Una interpretación’ a los 15 años no se me pasó por la cabeza que me encontrara ante una ópera prima. A los 30 sigue resultándome igual de sorprendente, porque se trata de un poemario de madurez, el de una voz consolidada que nos narra una historia a través de él. Si ese Joaquín de 24 años de entonces estuviera aquí hoy, con su premio recién estrenado, no dudaría en sentenciar que estamos ante la mejor y más prometedora voz de mi generación, como ya demostró serlo entonces.
Y es que en ‘Una interpretación’ divisamos todas las características presentes en su obra posterior: el culturalismo, las frecuentes referencias cinematográficas fruto de un profundo amor al cine, el cuidado de las raíces, el simbolismo del azul y un exacerbado vitalismo, que hace de todo cuanto toca Joaquín una celebración. Esta semana brindamos en nuestros hogares, en Córdoba y en Madrid, el regreso de su ópera prima para constatar que se encuentra en ese lugar tan azul que perseguía ese joven.
*Escritora
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