El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el domingo que el Consejo de Ministros de ayer aprobaría un decreto ley que destinará 100 millones de euros adicionales para ayudar a las familias más vulnerables y a empresas por la subida de la factura de la luz ante la llegada del invierno. Y en lugar de parecerme una buena idea me llevó a la melancolía de lo imposible, ante la titánica tarea de hacer frente al oligopolio energético paliemos en parte el daño que están infligiendo. En lugar de transformar, parchear. Es realmente una tarea hercúlea hacer frente al poder coactivo de las grandes empresas como demostraron hace una semana las compañías Iberdrola y Endesa dando plantón al Gobierno y no acudiendo a la subasta de 3.300 MW de renovables. El propio Pedro Sánchez reconoció el domingo que su propuesta para conseguir una posición comunitaria frente a la crisis energética había encontrado la resistencia de Bruselas, y han tenido que actuar abriendo una vía de escape, las ayudas a los más vulnerables.

Me recordó a las palabras del papa Francisco en el Sínodo 2021, calificado por algunos como bolchevique, «los subsidios solo pueden ser una ayuda provisoria». No se puede vivir de subsidios, porque el gran objetivo es brindar fuentes de trabajo diversificadas que permitan a todos construir el futuro con el esfuerzo y el ingenio. El escudo social es más necesario que nunca, pocos ideólogos políticos a excepción de los furibundos lo ponen en duda, pero es insuficiente para la revolución económica que se nos viene.

No es cuestión, como recordaba la ministra Yolanda Díaz a la bancada del grupo parlamentario popular en el Congreso, de instalar la idea de que las personas desempleadas no trabajan porque no quieren. Y siguiendo la estela de Biden dejaba a algunos empresarios de nuestro país que tienen dificultades para encontrar trabajadores, una pista: «Páguenles más». Todos ellos creen en un Estado con políticas distributivas, el Papa ha abogado por un salario universal y por la reducción de la jornada laboral, como medida para un mayor acceso de todos al trabajo. Pero también subrayó la necesidad de cambiar el actual sistema socio-económico y pidió a gobiernos, políticos, empresas y líderes religiosos que ayuden en este objetivo. Es verdad que es más fácil decirlo desde el púlpito que gobernando, pero no puede parecer que nos van ganando de calle, que solo nos queda la resignación frente a las fuerzas macroeconómicas que regulan nuestras vidas, no podemos renunciar al espacio que lo público tiene para defender nuestros intereses porque eso nos arrastrará a la desesperanza y a la contrarreacción.