Nos encontramos en los albores del curso y como todos los años la mayoría de las madres y padres ya han comenzado a atisbar en sus hijos esas aptitudes o inclinaciones que los puedan llevar a realizar una u otra actividad extraescolar que complemente su desarrollo. Como es natural siempre están los clásicos como son el baloncesto, el fútbol, el pádel, el tenis... Todos son una apuesta segura, pero tal vez en esa búsqueda de qué puede ser lo más conveniente para los peques en su desarrollo cognitivo y emocional, capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y para la resolución de problemas, nos falte una opción que muchos pediatras, educadores y psicólogos reclaman y que no es otra cosa que el contacto con la naturaleza. Los expertos ya hablan del síndrome o trastorno por déficit de naturaleza, un mal que afecta a los niños que viven alejados del contacto con entornos naturales y que se manifiesta en forma de obesidad, estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica o depresión, entre otros síntomas. Y aluden a diversos estudios de investigación que prueban que los niños del campo enferman menos, tienen mejor concentración y autodisciplina, mejor coordinación física, equilibrio y agilidad, son más imaginativos, tienen más habilidad para divertirse y colaborar en grupo, son más observadores, muestran más capacidad de razonamiento y más paz interior. Los de ciudad, en cambio, son más temerosos, desarrollan más alergias, tienen más problemas de sobrepeso u obesidad, son más nerviosos e inseguros, se aburren más... La conveniencia en el desarrollo integral de los más pequeños del contacto con la naturaleza está demostrado, sin embargo no es una opción consolidada para que madres y padres pueda optar como una opción de desarrollo y progreso de sus hijos. Ya vamos tarde, aunque la naturaleza siempre nos está esperando.

* Mediador y coach