No pudo nacer más identificada con su tierra. Oficialmente lo hizo en las páginas del BOE un 30 de septiembre de 1972. Concretamente en la página 17.512. El decreto 2566 recogía cómo, al amparo del III Plan de Desarrollo Económico y Social, en el que se disponía el incremento y diversificación de los estudios superiores con la creación de nuevas universidades y facultades, parecía llegado el momento oportuno de proceder a ello «en cierta medida y en relación con las necesidades sentidas en algunas regiones de España». El artículo primero creaba la Universidad de Córdoba «con la Facultad de Veterinaria y la ETSIAM, integradas en la actualidad en la Universidad de Sevilla, y la Facultad de Medicina de nueva creación», el segundo la de Málaga, el tercero la de Santander ( luego Cantabria).

Pero nacer, nacer, lo que se dice ver la luz fue el 18 de agosto con media Córdoba fuera de la ciudad, disfrutando de sus vacaciones, y buena parte de la otra media de fin de semana en la sierra o en la playa. Un viernes de calurosa calma «de esos en que los pasos, como las horas de la siesta, parecen hacerse cada vez más lentos y da la impresión de que la vida va a continuar para siempre en estado de dulce somnolencia», glosaba el periódico. Aunque en la Redacción de CÓRDOBA, que aún tenía sus instalaciones en la Plaza del Cardenal Toledo, el escaso personal al que había tocado aguantar a pie firme los rigores del verano cordobés, a lo más armado de ventilador, botijo y eventual cerveza (estamos hablando de hace medio siglo), permanecía muy atento a lo que estaba sucediendo en el Pazo de Meirás, donde se preveía que el Consejo de Ministros aprobase la creación de la UCO. Y así fue. Así que nuestra Universidad comenzó a identificarse con su entorno (y los tiempos duros, porque le aguardaban tiempos duros) ya desde un principio.

La noticia se recogió, el sábado, en primera página, a cuatro de las ocho columnas en que se estructuraba por entonces su formato sabanoide, acompañada de un editorial a dos. En ella se informaba asimismo de la creación de una cuarta universidad que andando el tiempo también iba a tener presencia en Córdoba: la UNED.

El diario ampliaba su información con la opinión de autoridades e instituciones recogiendo «la satisfacción de lo conseguido a pulso, con el esfuerzo denodado de unos pocos y con el aliento de todos». Un avance de lo que en pocos meses iba a convertirse en uno de los proyectos que más colaboración y más apoyo unánime recibiría desde las instituciones y la ciudadanía. La circunstancia de una ciudad vacía y la dificultad de localizar a personas con quienes analizar la grata nueva propició la anécdota periodística de que el redactor-jefe y los redactores presentes organizaran entre sí una mesa redonda comentado la noticia desde una perspectiva personal y publicando sus opiniones. Bien puede considerarse el germen de lo que algunos meses después sería una de las secciones más exitosas del rotativo: sus mesas redondas.

Aunque la maquinaria se había puesto en marcha desde semanas antes. Ya en julio se había autorizado la impartición del primer ciclo de Derecho en el Colegio Universitario, creado en 1971, que se aprestaba a iniciar el año académico impartiendo dos cursos de Filosofía, dos de Derecho y segundo y tercero de Biológicas, constituyéndose en el germen de las futuras facultades. Si bien era la creación de la de Medicina la que centraba en los meses de agosto y septiembre más informaciones, dados los requerimientos de profesorado, instalaciones y prácticas que planteaba. Comenzó a funcionar, muy en precario, a mediados de octubre, en la planta baja del Hospital General. El pedal del acelerador siguió pisándose una semana más tarde con el nombramiento del catedrático de Fisiología de la Facultad de Veterinaria Francisco Castejón Calderón como presidente de la Comisión Gestora de la Universidad, justo el año que cumplía sus bodas de plata como profesor del centro. Curiosamente sus primeras declaraciones recogían la idea de «crear departamentos interfacultativos con el fin de conseguir la mayor proyección del profesorado y de incrementar las titulaciones». Pasarían años hasta implementarla.

Así discurrían las cosas en días como los actuales de finales de verano y principios de otoño, en los que sin ceremonia especial se iniciaba el primer curso de la Universidad cordobesa, que iría incorporando titulaciones e instalaciones ya existentes, hasta entonces dependientes de Sevilla, y creando otras nuevas. Se sucederían multitud de carencias, problemas y tensiones a lo largo de los años siguientes, superados con éxito por el esfuerzo común y el apoyo sin fisuras a un proyecto de ciudad. Hoy, desde la joven madurez a la que aludía en sus palabras el Rey abriendo el curso en Rabanales, cuando Córdoba se apresta a incorporar nuevos proyectos de futuro, esa vieja memoria de esfuerzo y de unión que alumbró la UCO puede ser buen espejo en el que mirarse.

* Periodista