En medio de un año complicado y difícil, no sólo por la pandemia sino por las terribles catástrofes naturales, -el volcán en erupción de la Palma nos sigue conmocionando-, celebramos hoy la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, con el lema: Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande. En Córdoba, ha tenido como pórtico una exposición fotográfica itinerante, en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-catedral, promovida por el Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, a través de la sección de Trata de personas, organismo de la Iglesia Católica en España dedicado a atender a todos los grupos de personas relacionadas con la movilidad humana. Entre ellos los migrantes y refugiados, y las personas víctimas de la «trata» de seres humanos. Impresionantes las imágenes de la exposición y fuertemente clamorosas las frases que las acompañaban, como la de Madalina: «Si pudiera, me arrancaría la piel», o la de Evalyn: «¿Te han puesto precio a ti alguna vez?», palabras que hieren y empapan nuestras miradas de urgentes compromisos con los que sufren. La Iglesia tiene dos objetivos fundamentales de cara a la «Trata de seres humanos»: La atención a las víctimas y la erradicación de esta lacra. O lo que es lo mismo, visualizar, sensibilizar y concienciar ante este problema, que supone una grave agresión a la dignidad humana y una violación de los derechos fundamentales de la persona.

El papa Francisco ha dirigido al mundo entero un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de hoy, colocando en su punto de mira «los migrantes y los refugiados». «En realidad --subraya el Papa--, todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más ‘otros’, sino solo un ’nosotros’, grande como toda la humanidad. Por eso, aprovecho la ocasión de esta Jornada, para hacer un doble llamamiento a caminar juntos hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande, dirigiéndome ante todo a los fieles católicos y luego a todos los hombres y mujeres del mundo». Francisco desciende al detalle, y afirma que «los católicos están llamados a comprometerse cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva, siguiendo la misión que Jesucristo encomendó a los apóstoles». Y más adelante, dirigiéndose a todos los hombres y mujeres del mundo, el Papa les hace un llamamiento «a caminar juntos hacia un «nosotros» cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido». Al final de su mensaje, Francisco nos dice que «estamos llamados a soñar juntos» y que «no debemos tener miedo de soñar y de hacerlo juntos como una sola humanidad, compañeros del mismo viaje, como hijos e hijas de esta misma tierra que es nuestra casa común». Una caravana de sombras y desgracias nos acompaña en este tiempo: la pandemia, la crisis demográfica, el cambio climático, la creciente desigualdad social. La solución no es el lamento, ni la maldición, sino la acción eficaz. Hace poco, el Papa nos dejaba esta «perla pastoral»: «No nos resignemos a una fe que vive de ritos». Pues, eso, «no nos resignemos». La fe exige compromiso y transformación del mundo, como dijera Pio XII, «de salvaje, en humano; de humano, en cristiano; y de cristiano, en santo».

** Sacerdote y periodista