Una de las preguntas que no dejamos de hacernos —porque la respuesta es fascinante— es por qué nos gusta el terror. Por qué disfrutamos viendo películas y leyendo libros terroríficos, contándonos historias horribles, explorando desde niños el vicio de sabernos a merced de fuerzas invisibles que no dudarán en hacernos daño.

El género de terror explora la potencialidad de lo imposible. Como una pequeña y siniestra goma de borrar, nos permite emborronar los límites de lo real. La nueva serie de Netflix Nuevo sabor a cereza consigue lo propio mezclando recursos de terror y fantasía en una adaptación de la novela de Todd Grimson que cuenta la historia de Lisa Nova, una aspirante a directora de cine que viaja a Los Ángeles para entrevistarse con un famoso productor de cine a propósito de su corto. La historia se desarrolla en los años 90, arrastrándonos a una realidad que muchos recordamos, donde la tecnología aún no le rendía pleitesía a la dieta de confort inmediato a la que estamos acostumbrados hoy en día, en una mezcla de nostalgia y desazón que hinca los dientes en las cosas que hemos aprendido a dar por sentadas.

Dice Noel Carroll en su libro La filosofía del horror que lo que diferencia e identifica al género de terror es la actitud de los personajes con respecto a los monstruos. Si el monstruo es recibido en la historia con repulsión y miedo, es pues, una historia de terror. Sin embargo, si el monstruo es recibido con curiosidad, fascinación, o incluso afecto, podría tratarse de una historia de cualquier otro género en el cual resulta que hay un monstruo. Esta serie juega con la definición de ‘monstruo’ y presenta un ecosistema deleznable en el que los personajes quedan atrapados en una concatenación de malas decisiones. Todos los indicadores audiovisuales te predisponen al terror, pero la naturaleza de la historia juega contigo a cada paso del camino, desviándote, deshilvanando expectativas. Es una serie llena de monstruos, llena de asco, rechazo, violencia y sangre. Si tienes estómago para ello, no te la pierdas.