Hoy más que nunca, y dado el constante bombardeo de imágenes y noticias que se suceden día y noche y que entran y asaltan mediante la televisión la intimidad de nuestros hogares, allí donde nuestros niños pasan horas extasiados, es importante hablar con ellos, pequeños y jóvenes, de manera honesta y sincera, sobre lo que ven y oyen. Una pequeña de tres años --me contaba una madre--, mientras jugaba delante del televisor, exclamó, al escuchar noticias sobre un atentado terrorista: los hombres que están en la guerra han pegado una bomba en Madrid, y a ver si los cogen pronto y los meten en la cárcel para que no peguen más bombas. La madre, algo sorprendida, le preguntó: ¿Y tú cómo sabes eso? A lo que la pequeña con toda naturalidad contestó:

Porque me lo ha dicho mi seño. Hablar con los hijos, con los alumnos, es darles a ellos la oportunidad de expresarse con naturalidad sobre cualquier tema, en tanto que a los mayores nos da la oportunidad de conocer y aclarar las posibles preocupaciones y desvaríos que puedan ocasionarles miedo, inseguridad, tristeza... Pero hay que tener presente que no se trata de hablar a ellos, lo que conllevaría el que sólo habláramos los mayores, mientras los pequeños tan sólo escucharían. En estos tiempos, el hablar a los niños hay que sustituirlo por hablar con los niños. Crear el clima adecuado para que pregunten, expongan sus temores y adquieran saber real de las cosas en palabras de aquellos que ocupan el eje de sus inciertos años. Los niños de infantil y primaria pueden ser los más afectados emocionalmente por ciertas noticias porque entienden suficiente como para preocuparse, pero no tienen la madurez para enfrentar la ansiedad. Pongamos fin al tiempo de silencio. Nuestros niños no son los de ayer. Deben saber y conocer cómo es el mundo con sus gozos y sus sombras y nada mejor que escucharlos y sin estridencias, y poniéndonos a su altura, no discutir, ni anatematizarlos, sino dialogar con ellos, que también tienen razones.

* Maestra y escritora