Cavar la propia tumba. Humano, demasiado humano ¿verdad? Pero a veces no se trata de cavar o no cavar sino del porqué y, sobre todo, del cómo. Lo que ha acontecido en la Comunidad Valenciana con el examen de Historia de la Filosofía de la que todos conocemos, no nos andemos ahora con gilipolleces nomenclaturísticas, como Selectividad es una buena prueba de ello. La bomba ha estallado en la Comunidad Valenciana pero mucho me temo que el resto de comunidades las tienen preparadas para hacerlas detonar y alguna de ellas, estoy convencido, pronto seguirá a la zaga de su huella. Ahora que la Filosofía española, si es que aún existe porque apartando las ‘vacas sagradas’ y algún que otro filósofo que sólo es fruto de la sociedad del espectáculo, reclama su sitio digno dentro del currículo educativo español, no sé, no lo tengo muy claro, cómo es posible tirar tantas piedras sobre el propio tejado. Ramón Román, Catedrático de Filosofía de nuestra Universidad de Córdoba, afirmaba hace algún tiempo en una entrevista a propósito de su libro La terapia de lo inútil que la única utilidad de la Filosofía es hacernos mejores. Para lo demás resulta inútil. Pues bien, un grupo de correctores ha decidido que la utilidad de la Filosofía, en vez de hacerla útil para el bien anteriormente mencionado, debe ser llamar incompetentes a sus propios compañeros de profesión y de, lo dudo de los correctores, de vocación. Nueve de cada diez (como lo de los dentistas) alumnos de esta Comunidad han suspendido el examen de Historia de la Filosofía, con lo que realmente los correctores están llamando incompetentes a sus propios compañeros docentes. Si esto no es la sociedad del espectáculo «que venga Dios y lo vea» que dirían nuestros abuelos. La diferencia entre los dentistas y los filósofos, como vosotros comprenderéis, es absolutamente clara. Los dentistas «recomiendan», los profesores de filosofía, los de Valencia seguro desde hoy, dejarán de inmediato de «recomendar» a sus alumnos que se presenten a este examen y que escojan alguna que otra alternativa.

Yo mismo, algunas veces me ocurre, perdonad la prepotencia, ya me adelanté hace algunos años a esta cuestión no animando a mis alumnos de Historia de la Filosofía a escoger esta opción, antes cuando era compartida con la materia de Historia de España y ahora mucho menos cuando sólo se trata de una optativa que eligen únicamente aquellos a quienes podría facilitar su acceso a los estudios universitarios por aquello de las ponderaciones. He recibido muchas críticas por ello. Mi centro de trabajo me ha respetado, que es lo que verdaderamente me importa. Creo que han comprendido mi labor como profesor de Filosofía. No me queda otro remedio que seguir el currículo educativo, pero lo estructuro como creo conveniente. Si algún alumno o alumna me dice que quiere presentarse al examen, me basta con prepararlo en unas pocas sesiones en el tiempo que transcurre entre la finalización del curso y el día del examen. Nunca le garantizo una nota brillante, según este baremo obsoleto con el que por desgracia aún seguimos calificando a nuestros alumnos (en el que del 5 hacia abajo eres incompetente y del 5 hacia arriba eres competente), pero como se trata de un examen cuyas respuestas están absolutamente mecanizadas puedo garantizarle una nota digna, que en Córdoba se sitúa en torno a una media de 5,8. Los correctores cordobeses de esta materia aún no ha hecho estallar la bomba pero están muy cerca y, repito, la bomba les estallará en sus propias manos. Que no se equivoquen, que la bomba no estalla en las manos de los alumnos, sino en la de ellos mismos. Román recordaba al final de esa misma entrevista que hay dos tipos de individuos (él lo afirmaba respecto de las creencias): los dogmáticos, que son aquellos que al equivocarse son incapaces de rehacer el camino y los verdaderamente humanos, que son aquellos que se equivocan como lo que son, seres humanos, pero que saben rectificar como auténticos Dioses.

* Profesor de Filosofía | @AntonioJMialdea