Opinión | CAMPO Y CIUDAD

Los libros

Se quejaba el dios-rey Amón-Ra del antiguo Egipto de la escasa función y uso de la memoria, que llevaba, con su derivada atrofia, a terminar en la ignorancia. Hoy día los iletrados o desmemoriados caminan por rutas diferentes, poseen un falso concepto de la autoconfianza y una óptica dispar de la realidad. Anterior a la invención de la escritura el saber humano se circunscribía a lo que, una persona, o un reducido grupo de ellas lograban rememorar y conseguían transmitir. En ocasiones se podía preservar un sustancial acopio de información, como acaeció en los Vedas y en los magnos poemas épicos de Homero. Pero de estos vates pocos hubo. Mas la reiterada transmisión oral, tras múltiples generaciones, acaba fatalmente con la acumulación de errores y con la pérdida gradual del texto original del mensaje del que se trataba. Una degradación menos eficaz si el asunto proviene de un discurso escrito. No obstante, con el aprendizaje y la utilización de la escritura fue posible compendiar, integrar y servirse del conocimiento conseguido y de la sabiduría acumulada de toda época y en todo pueblo; con lo que el ser humano abandonó el estar atado a lo que ellos mismos, o sus compañeros más allegados, fueran capaces de recordar.

La virtud de la cultura escrita estriba en la posibilidad de establecer contacto con las inteligencias más cultivadas y poderosas que han existido a lo largo de la historia. Por ejemplo, Sócrates, Darwin, Newton o Dumas han acumulado una audiencia de lectores mucho más grande que la totalidad de individuos que pudieron conocer en vida. Y en cuanto a la lectura en sí queda configurada como una brillante innovación en pro de la humanidad, una asombrosa actividad, habida cuenta que el lector fija la mirada en un objeto plano, no excesivamente grueso, hecho de pulpa de madera, mientras la voz del autor cuyo texto lee comienza a resonarle en la mente. Es probable que con la computación y la inteligencia mecánica el siguiente hito del intelecto humano se conciba con la cooperación entre la persona discursiva y los artefactos pensantes.

*Doctor Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Derecho

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