Le diré cuál es su plan para el año 2050, señor pre sonriente. Yo no soy adivino; sólo miro lo que hace con su pantomima. Ya sé que para el 2050 usted estará disfrutando de las rositas a las que se irá, y hasta será consejero de Estado, que habría que ver lo que usted aconseja. ¡Y que no nos venga otra pandemia! Le voy a decir su plan: Seguirán muriendo más mujeres asesinadas por su pareja (la de ellas, claro). Ya ni habrá escuelas. ¿Para qué? Cada niño niña niñe tendrá su videojuego, porque la pedagogía de los nuevos políticos pedagogos consiste en explicar cómo sobar una pantalla. Seguiremos ahondando y ahondado para desenterrar cadáveres de aquella guerra, y ponerlos a que se peleen sus espectros. Los jóvenes cuarentones de ahora serán los viejos casposos sustituidos por los viejos jóvenes que se educaron en sus maravillosas universidades panfletarias, sucias de pintadas y amuletos. Ya no habrá edificios para restaurar, o sea, para destruir. Polillas y ratones pasearán orondos tras comerse nuestros clásicos, como por ejemplo estos nuevos actualizadores del Quijote. Los sus vuestros nacionalistas catalanes seguirán en su garrapata, buscando más sangre que chuparnos y más mentiras que achacarnos. Los otros, los que usted jalea, seguirán en sus cavernas, exaltando heroicidades asesinas y escupiendo en nuestras tumbas. Lástima que quien escribe, o sea yo, a unos meses de mis setenta años, ya celebraré esos fastos desde la nube del humo de mis cenizas, porque mi patria y mi idioma son lo único que he poseído en este mundo. Entonces, como antes y como ahora, y como me temo ya para siempre, nadie se acordará de este ahora, como ahora nadie parece que se acuerda de aquel otro embaucador que decía a voz en grito que a España no iba a conocerla ni la madre que la…, ni de ese componedor de chapines, con sus inventos de la memoria histórica y la alianza de civilizaciones. ¿Por qué seremos un pueblo tan tonto olvidadizo? ¿Por qué seguiremos escuchando a cada trilero que nos sale cada día? ¿Será que aún nos falta el gen de no ir tras esos silbos hechos pesadillas? Este es, señor, su plan 2050. Yo no soy adivino; me basta ver qué siembra hoy. Porque en ese año 2050 de la victoria ¿qué recogeremos? A ver, me lo explique, señor mago del diseño y los hoyitos.

**Escritor