Quién iba a pensar que una situación de pandemia mundial, además de crisis, desgracias, miedos y demás consecuencias negativas, también nos iba a reportar algo tan positivo como un hábito tremendamente saludable. Me refiero, al descubrimiento del entorno periurbano, a la práctica del senderismo, ahora revalorizado bajo el anglicismo treckking, y para los más atrevidos incluso a través de la mountain bike.Si buscamos en google dicho término, treckking, podremos leer “modalidad de excursionismo que consiste en recorrer a pie largas distancias o zonas determinadas, generalmente de alta montaña y poco frecuentadas por el turismo convencional”. Una definición sin desperdicio.

“Excursionismo” implica ocio, diversión, descubrimiento de lugares de interés, socialización -rara vez se va de excursión en soledad con uno mismo. Y quién no tiene grabada en su memoria la emoción nostálgica de la niñez cuando sus padres o profes le decían “vamos de excursión”. Deja claro que hay que hacer el esfuerzo de recorrer a pie largas distancias, lo que implica la actividad física, movilizar nuestros músculos y huesos, salir del letargo, gastar energía sobrante, e incluso algunos kilos de más. Es decir, actividad cardiosaludable, porque no dice “correr”, o sea, fácilmente practicable por cualquier mortal, sea cual sea su edad y condición física, y con ningún peligro, ya que cada cual puede adaptarla a su propio ritmo.

Y por último, nos recuerda lo de “poco frecuentada por el turismo convencional”, que por un lado nos atrae al soñar con que estamos haciendo turismo -tras un año confinados en nuestras casas o provincia hace ilusión, la verdad-, pero al mismo tiempo, nos enciende una bombillita de posibilidad de atracción turística, algo de lo que, para bien o para mal, esta ciudad y sus habitantes dependen en gran medida.

Pues bien, como otros tantos miles de cordobeses y cordobesas, me he lanzado a ese peregrinar de senderos, rutas y lugares que nuestra Sierra Morena nos ofrece. Córdoba, la ciudad andaluza con más superficie de espacio natural en su término municipal, debería sumar a su orgullosa Lista de Patrimonios Mundiales concedidas por la Unesco -Mezquita-Catedral (1984), el centro histórico que la rodea (1994), la Fiesta de los Patios (2012) y Medina Azahara (2018)-, un quinto, el de Patrimonio Natural.

Pero la alegría de respirar el aroma del romero, lavanda y tomillo en flor, de observar el colorido violeta y blanco de las jaras, de escuchar el sonido de los paseriformes anidando en las encinas, acebuches y pinos, o el del agua en los cauces que escavan la roca caliza, se ve diezmada por la presencia de basuras que, desde una falta absoluta de educación cívica, algunas personas van esparciendo a su paso, sumado al abandono institucional.

Estamos siendo testigos del olvido por parte de las instituciones -Junta de Andalucía y Ayuntamiento- de estos parajes, donde ramas secas caídas invaden los caminos, ausencia total de fuentes para saciar la sed del senderista, tramos abruptos en los que la accesibilidad es sólo apta para cuerpos muy ágiles, ni un rótulo con alguna explicación de las maravillas de flora y fauna que nos ofrece dicho ecosistema, y para colmo, caminos cortados por pertenecer a fincas privadas o, en algunos casos, por el despiste intencionado del propietario que colocó sus cerramientos unos metros más allá de sus límites, dejando el camino dentro e impidiendo el paso a toda persona.

En estas salidas estoy constatando todo tipo de problemas. Problema grave medio ambiental cuando rodeas el lago de Las Jaras -lo prueba el color y olor fétido de sus aguas-, problema de árboles secos obstruyendo el cauce del Arroyo del Molino en las inmediaciones de los populares Baños de Popea, que han visto disminuir el flujo de su cascada seguramente por esta razón, problemas de acceso por falta de visibilidad en los túneles de la Vía Verde de Sierra Morena y la dificultad de tener que andar sobre las traviesas y las piedras de la antigua vía férrea.

Mención especial merece esta ruta. Una histórica reivindicación de casi 20 años, la puesta en valor de la Vía Verde Sierra Morena, para que su trazado se convierta en una verdadera “Vía Verde” para uso y disfrute de la ciudadanía. El pasado 28 de marzo nos congregamos una veintena de ecologistas y políticos que, manteniendo las medidas de seguridad prescritas por la situación, anduvimos los casi 19 km que separan la Torre Malmuerta de Cerro Muriano. Nos acompañó David Moscoso, ex-parlamentario andaluz por Podemos, que puso una primera e importante piedra en esta reivindicación, con una PNL en el 2018, y aquí seguimos, años después, instando al gobierno andaluz a cumplir lo aprobado en el Parlamento.

Por cierto, es de agradecer a SADECO la iniciativa de poner servicios especiales gratuitos en fines de semana y festivos a varios puntos de nuestro entorno natural periurbano, para favorecer que los cordobeses y cordobesas se animen a visitar nuestra sierra, no utilizando su vehículo para ello, contribuyendo así además a no aumentar la polución producto de los gases de combustión de estos.

Nuestro patrimonio natural incluye además un riquísimo patrimonio histórico, cultural y arqueológico. Se nos caen las lágrimas al ver la Cueva de Luis de Góngora, cercana al Arroyo Pedroches, colmatada de basuras y sin señalizar, o los algibes y pozos olvidados, o los puentes romanos y califales, o los molinos, o las calzadas romanas, que se deterioran en el más absoluto olvido y destierro...

Y no hay que irse siquiera a la Sierra para hacer senderismo por un entorno natural, ya que tenemos las márgenes del río a su paso por la ciudad y los Sotos de la Albolafia, con su extraordinaria diversidad de especies avícolas anidando cada año, pero a falta de limpieza, desbroce y dragado, en una pugna constante entre las competencias de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y nuestro Ayuntamiento.

La lista es interminable, y aunque podamos comprender que el esfuerzo económico sea inabordable en su totalidad, al menos exijamos a las instituciones públicas que se comience por la limpieza, concienciación y acciones pedagógicas para que el conocimiento de nuestro patrimonio histórico, cultural y natural nos haga sentirnos orgullosos y cuidar entre todos y todas de lo que es nuestro tesoro olvidado.

A falta de feria, ahora tenemos Sierra, a falta del baile, senderismo. Ojalá suponga hábitos que se instauren en la población, y ojalá encontremos el equilibrio para hacer de esta nueva actividad una acción sostenible, amigable con el medio ambiente y atractivo para propios y ajenos.