Envía Isabel una foto suya en la tumbona de la playa, celebrando el día de San José con dos amigas en Lanzarote. Qué simpática. Qué detalle hacerme partícipe de su felicidad. Ella trabaja en una autonomía en la que el 19 es festivo y en una ciudad con aeropuerto activo, un mundo muy diferente al que tenemos por aquí, donde los vuelos son para la fumigación y los trasplantes de órganos, mayormente. Así que Isabel puede irse a Barajas, por ejemplo, hacerse un test y subirse a un vuelo comercial que la deja en las islas para disfrutar del sol, de la playa y de las papas arrugás con mojo picón durante casi tres días. Y barato. Incluso podrá tomarse una copita temprana a la luz de la luna, una hora menos que en la Península.

Pero volvamos a la foto. El entorno que rodea a esta odiosa mujer que me envía su placentera imagen se ve pelín brumoso, con el cielo azul un poco agrisado, pero sus gafas de sol lanzan destellos y la escena de cuerpos en bikini deja meridiano que la temperatura es ideal. No como este frío que tenemos en Córdoba pese al sol deslumbrante, ni como la nevada que cayó el viernes en Pajares. La maldita foto me dice que corre una brisita cálida, que se está divinamente sobre la arena, que se puede pasear por esa playa dorada y hacer todas esas cosas que algunas no hemos hecho desde septiembre pasado. Le pongo una sonrisita y el emoticono de una metralleta (es broma, no creo que exista) y ni pregunto. Desde luego, si alguien se tiene que poner la etiqueta de «nacida para sufrir» no es ella.

Así que, sin un corredor seguro que nos dé acceso directo a las islas, y confinadas perimetralmente (lenguaje oficial) las provincias andaluzas, nos queda disfrutar de lo que tenemos, que no es poco, y del turismo rural. Pero, alucinemos, mientras otras provincias, como Sevilla y Jaén, tienen unos índices de ocupación altísimos de las casas rurales, en Córdoba dicen los empresarios que se han desplomado las reservas. Difícil de comprender, salvo que los cordobeses seamos así. En realidad, Córdoba tiene su anhelo en la Costa del Sol, pero nuestras playas tan queridas están discriminadas, como dice el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, en la habilitación de esos «corredores verdes» que sí se han preparado para Baleares y Canarias. Desde aquí le pedimos al señor Marín que insista, que nos haga un corredor seguro anticovid que nos lleve en volandas, ya que no al Atlántico, al chiringuito Canarias de la Carihuela, donde los espetos y la brisa del mar nos reconciliarán con este sufrimiento interminable. Tendrá que ser después de la Semana Santa, por supuesto. Y así podré hacer mi foto.