Hasta donde yo sé, hoy en día el peligro para las sociedades libres es la amenaza que supone el resurgir de los movimientos fascistas. Pero para percibir esa amenaza hay que ser demócrata y antifascista. Si no, el peligro es el comunismo. Sobre todo en España, que estuvimos 40 años acojonados por el fascismo con la excusa de que viene el comunismo. Y, desde entonces a acá y hasta donde alcanza mi entendimiento, yo no veo el comunismo y sí una globalización del capital y del sistema capitalista, pese a los esfuerzos de una socialdemocracia aburguesada que fue claudicando desde los años 80 ante el empuje del neoliberalismo que impuso el austericismo en la crisis de 2009 y hasta la pandemia. Reivindicar esa socialdemocracia es sacar la política de la historia.

Así es que si hablamos de España, que es lo que me queda más cerca, ¿dónde está el comunismo? Porque, a menos que hayamos cambiado las ciencias políticas y la historia, no escucho ninguna propuesta seria para la abolición de la propiedad privad y del pluralismo político. Lo que observo más bien es la continua privatización de lo público y una mayor concentración de la riqueza. Y oponerse a ello no me parece comunismo, sino buscar una sociedad más justa y más igualitaria. O, si eso es comunismo, entonces sí hay mucha gente comunista que sale a las calles pidiendo mejor sanidad y pensiones, más ayudas y menos corrupción, enseñanza laica y de sentido social, trabajo y pan. ¿O es que no oyen su clamor?

Y veo que aquellos que ayer mismo pedían la disminución del Estado, hoy tienen que contemplar cómo un Gobierno de coalición progresista hace frente a una ruina económica demoledora a causa de una pandemia mortífera. No solo el modesto bar de la equina sino la misma CEOE estira la mano. Y es claro: el PIB ha caído un 11,2%, el paro supera los 4 millones y hay zonas donde la pobreza extrema alcanza al 30% de la población. En una país tan dependiente del turismo, con un mercado tan aleatorio en una pandemia, no se podía esperar otra cosa. Pero ¿imaginan este panorama sin un gobierno de fuerte contenido social? ¿Se nos pueden imaginar fuera de la UE? Pues los de un liberalismo fracasado (PP) y nacionalismo trasnochado (Vox) al Gobierno de coalición en nuestro país lo denominan social-comunista, como un insulto. A ellos no les gusta que se les califique de neoliberales ni de neofascistas. Ellos se autodenominan liberales, a secas, y piden libertad, ofrecen libertad, cuando la libertad en el liberalismo es tomada como una «esencia» de la persona para abandonarla después a las desigualdades del mercado. Aquí coinciden plenamente y no entran en disquisiciones filosóficas sobre la dialéctica entre libertad y necesidad. Ellos son ricos o piensan como los ricos. Así es que, si el ejemplo de gobierno es una alianza de PP con Vox en Madrid (y Madrid es España), tendremos barra libre.

** Comentarista político