Tengo sobre mi mesa su última publicación, recién llegada, hace pocos días, titulada ‘Jornada Mundial de la Paz’, correspondiente a enero 2021. Y al lado, su libro, ‘Nuevos apuntes para la vida’, con una portada entrañable, en la que aparecen el papa Francisco y monseñor Juan del Río, saludándose efusivamente, las manos entrelazadas y una sonrisa que cruza con fuerza sus semblantes y sus corazones. Y ayer, víctima del coronavirus, se celebraba el funeral por el que fuera arzobispo castrense de España, puesto y misión para la que fue nombrado en el año 2008. Los Reyes de España enviaron un telegrama al papa Francisco, trasladándole el sentimiento y pésame por la muerte de Juan del Río: «Siempre recordaremos su gran humanidad, sus profundos valores y su servicio al Arzobispado Castrense y a las Fuerzas Armadas de España, así como su cercanía con toda la Familia Real». Margarita Robles, ministra de Defensa, ofreció también su sentimiento de pesar con estas palabras: «Le queríamos y sabemos que desde arriba va a seguir ayudando», al igual que las diócesis y obispos españoles, entre ellos, Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla: «Juan del Río nos deja la huella de un hombre entregado y quedará en el recuerdo de cuantos le hemos conocido, una memoria llena de afecto y de gratitud». Conocí a Juan del Río cuando iniciaba su singladura como secretario de la Conferencia Episcopal del Sur de España, allá por los 80, y se encontraba ya inmerso en el mundo de la información religiosa, como director de la Agencia de Noticias, Odisur, tarea que coronó después, ya obispo, al frente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación, cuya presidencia ostentaba en la actualidad. Los amigos sentiremos su ausencia desde ese hermoso destello suyo de la comunicación que defendió y practicó con sinceridad y lealtad. Le agradeceré siempre su acogida, su aliento y su apoyo, tanto eligiéndome para participar en el programa de Radio Nacional de España ‘Buenos días nos dé Dios’, en los últimos años del siglo XX, como en el mismo programa, ya con otro nombre, ‘Alborada’, hasta el año 2013. No olvidaré la comida fraternal que celebramos, poco antes de la pandemia, en su casa del Arzobispado Castrense, el entonces sacerdote José María Gil Tamayo, y actualmente obispo de Ávila; Juan del Río y un servidor, en la que bordeamos con suma delicadeza y buen humor, en un ambiente cordialísimo, el ancho campo de las noticias religiosas, de los horizontes cercanos, de los proyectos que reclamaba la nueva sociedad, para inyectar en sus venas la Buena Noticia del Evangelio. Juan del Río, tanto en su etapa de obispo de Jerez, como posteriormente de arzobispo castrense, mantuvo su mano extendida a esa amistad cordial, amable, pero sobre todo, cercana y comunicativa, enviándonos las respectivas publicaciones y respondiendo siempre con sus mejores palabras de aliento fraternal y entrañable cordialidad. Alguien ha recogido las «10 mejores frases que nos ha dejado Juan del Río durante la pandemia», pero yo me quedaría, con las palabras que dirigió a los periodistas, con motivo de la fiesta de nuestro patrón, san Francisco de Sales: «Si vosotros calláis, la verdad enmudece». Adiós, querido Arzobispo, amigo Juan, mientras recitamos el responso de la gratitud más sincera y evocamos la melodía de unos versos delicados y transparentes: «Día y noche, la canción sin fin de tu muerte se levanta como el mar alrededor de la isla soleada de la vida». Una vida ya en la Casa del Padre y en los infinitos brazos de su ternura.

* Sacerdote y periodista